Inicio Opinión El querer, poder y saber de la sociedad civil

El querer, poder y saber de la sociedad civil

Por Daniel Lema Rincón

Una sociedad civil organizada, preparada y sobre todo comprometida y activa, es un refuerzo fundamental a la democracia y una garantía de transparencia en el funcionamiento de las instituciones y de quienes las integran.

Durante mi infancia y adolescencia en Venezuela, estudié en un colegio de padres dominicos, el Santo Tomás de Aquino, de donde tengo muchísimos gratos recuerdos y anécdotas, así como buenos amigos -aunque la distancia y el tiempo hayan hecho de las suyas-; pero una cosa que siempre recordaré, era la pasión que se vivía por el fútbol, en especial por parte de algunos curas.

En una ocasión, uno de los curas se nos acercó antes de salir a un juego para darnos ánimo y nos dijo -parafraseando a su vez a un jugador brasileño- algo que jamás olvidaría:

  «para jugar bien al fútbol, son necesarias tres cosas: querer, saber y poder»

El padre Carlos -como cariñosamente se le conocía-, decía que ese principio servía para la vida en general, y que si quieres hacer las cosas bien, como jugar al fútbol, tenías que dominar los tres aspectos anteriores, ya que si te faltaba uno o más, podrías jugar, pero nunca de forma excelente.

Recordé esta frase mientras pensaba acerca del rol de la sociedad civil en el mantenimiento de la democracia, en como pareciera haberse dejado arrebatar o peor aún, hubiese dejado perder su poder y capacidad de acción frente a los gobiernos.

Este apaciguamiento de la sociedad civil crea un desajuste en la relación de poder que debería existir, una relación siempre desigual debido al monopolio de uso legal de la fuerza por parte del Estado, pero, es un elemento que omitir ya que me estoy refiriendo a países donde todavía se cumple y se respeta el estado de derecho.

La relación entre las dos partes de ese contrato social entre gobernantes y gobernados, que delimita y da forma a las naciones y a sus sistemas políticos, no siempre está del todo clara, es una relación casi siempre desequilibrada, donde quien gobierna, parte y se reparte -casi siempre- la mejor parte, sin tener en cuenta a su «cómplice» necesario para que el contrato se mantenga vigente.

El peligro de que la sociedad, como parte fundamental y originaria de ese acuerdo no se manifieste y actúe, lo hemos visto cuando la parte gobernante es capaz de cambiar las bases del contrato social sin previo aviso, señalando la suerte de miles o millones de personas, por el ansia de poder de unos pocos; sí, me refiero a Venezuela por ejemplo.

Y para evitar este peligro, la responsabilidad de la sociedad civil no es otra que saber, poder y querer ejercer su papel más allá de pagar impuestos, servicios e ir a votar el día de las elecciones.

Te puede interesar:https://revistavenezolana.com/2021/04/mentiras-impuestos-y-comunismo/

La sociedad civil es el poder originario, el poder del que emanan los demás poderes, tiene la libertad y también la responsabilidad de escoger en última instancia a aquellos hombres y mujeres que guiarán los destinos de un país, pero al mismo tiempo, tiene la responsabilidad de ejercer como el mayor y más eficaz grupo de presión.

Hay que querer hacer las cosas, hay que tener la conciencia sobre la importancia de realizar estas tareas, debemos querer ser mejores y tener gobiernos cada vez más eficientes y competentes, debemos querer de verdad un mejor futuro para todos, es necesario ver más allá de la comodidad y la indiferencia.

La sociedad debe poder organizarse, debe poder saber cuáles son los objetivos que persiguen y ser capaces de exigir respuestas. Poder crecer a través de las redes de trabajo, del tejido social y asociativo. El poder viene de la capacidad de lograr los objetivos a través de los medios disponibles, que no son otros que población -votos, impuestos, opinión pública, etc-, organización y coordinación.

Y para terminar el consejo del padre Carlos; saber, la sociedad debe saber la importancia de actuar a tiempo y las consecuencias de no hacerlo, ya que en la medida que se empiezan a perder las libertades, se empieza a perder también la capacidad de acción; saber el camino que se quiere recorrer para el beneficio de todos y por supuesto, saber que toda acción requiere tiempo y sacrificios.

Rescato la importancia de la organización, la coordinación y la actuación a tiempo para que el rol que debe cumplir la sociedad civil de cualquier país que se precie de libre y democrático sea ejercido a cabalidad y con la garantía de que conseguirá los objetivos planteados.

Jamás olvidemos que los derechos y las libertades no se mendigan, se luchan y se conquistan.

Iberoeconomia.es

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El querer, poder y saber de la sociedad civil

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Una sociedad civil organizada, preparada y sobre todo comprometida y activa, es un refuerzo fundamental a la democracia y una garantía de transparencia en el funcionamiento de las instituciones y de quienes las integran.

Durante mi infancia y adolescencia en Venezuela, estudié en un colegio de padres dominicos, el Santo Tomás de Aquino, de donde tengo muchísimos gratos recuerdos y anécdotas, así como buenos amigos -aunque la distancia y el tiempo hayan hecho de las suyas-; pero una cosa que siempre recordaré, era la pasión que se vivía por el fútbol, en especial por parte de algunos curas.

En una ocasión, uno de los curas se nos acercó antes de salir a un juego para darnos ánimo y nos dijo -parafraseando a su vez a un jugador brasileño- algo que jamás olvidaría:

  «para jugar bien al fútbol, son necesarias tres cosas: querer, saber y poder»

El padre Carlos -como cariñosamente se le conocía-, decía que ese principio servía para la vida en general, y que si quieres hacer las cosas bien, como jugar al fútbol, tenías que dominar los tres aspectos anteriores, ya que si te faltaba uno o más, podrías jugar, pero nunca de forma excelente.

Recordé esta frase mientras pensaba acerca del rol de la sociedad civil en el mantenimiento de la democracia, en como pareciera haberse dejado arrebatar o peor aún, hubiese dejado perder su poder y capacidad de acción frente a los gobiernos.

Este apaciguamiento de la sociedad civil crea un desajuste en la relación de poder que debería existir, una relación siempre desigual debido al monopolio de uso legal de la fuerza por parte del Estado, pero, es un elemento que omitir ya que me estoy refiriendo a países donde todavía se cumple y se respeta el estado de derecho.

La relación entre las dos partes de ese contrato social entre gobernantes y gobernados, que delimita y da forma a las naciones y a sus sistemas políticos, no siempre está del todo clara, es una relación casi siempre desequilibrada, donde quien gobierna, parte y se reparte -casi siempre- la mejor parte, sin tener en cuenta a su «cómplice» necesario para que el contrato se mantenga vigente.

El peligro de que la sociedad, como parte fundamental y originaria de ese acuerdo no se manifieste y actúe, lo hemos visto cuando la parte gobernante es capaz de cambiar las bases del contrato social sin previo aviso, señalando la suerte de miles o millones de personas, por el ansia de poder de unos pocos; sí, me refiero a Venezuela por ejemplo.

Y para evitar este peligro, la responsabilidad de la sociedad civil no es otra que saber, poder y querer ejercer su papel más allá de pagar impuestos, servicios e ir a votar el día de las elecciones.

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Hay que querer hacer las cosas, hay que tener la conciencia sobre la importancia de realizar estas tareas, debemos querer ser mejores y tener gobiernos cada vez más eficientes y competentes, debemos querer de verdad un mejor futuro para todos, es necesario ver más allá de la comodidad y la indiferencia.

La sociedad debe poder organizarse, debe poder saber cuáles son los objetivos que persiguen y ser capaces de exigir respuestas. Poder crecer a través de las redes de trabajo, del tejido social y asociativo. El poder viene de la capacidad de lograr los objetivos a través de los medios disponibles, que no son otros que población -votos, impuestos, opinión pública, etc-, organización y coordinación.

Y para terminar el consejo del padre Carlos; saber, la sociedad debe saber la importancia de actuar a tiempo y las consecuencias de no hacerlo, ya que en la medida que se empiezan a perder las libertades, se empieza a perder también la capacidad de acción; saber el camino que se quiere recorrer para el beneficio de todos y por supuesto, saber que toda acción requiere tiempo y sacrificios.

Rescato la importancia de la organización, la coordinación y la actuación a tiempo para que el rol que debe cumplir la sociedad civil de cualquier país que se precie de libre y democrático sea ejercido a cabalidad y con la garantía de que conseguirá los objetivos planteados.

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