
Por Daniel Lema Rincón
Cambiar el sistema político de un país no es tarea fácil, de hecho, podría decirse que es imposible, o por lo menos eso es lo que nos diría más del 90% de los encuestados directamente ligados al sistema; es decir, aquellos que “conocen al monstruo por dentro”, seguramente serán partidarios de cambios paulatinos -despacito- que favorezcan claro está, el consenso de los que ya están dentro de él.
Si le preguntamos a los ciudadanos seguramente el porcentaje de acuerdo con la tesis de la imposibilidad de un cambio en el sistema político sea parecido; sin embargo, plantearán la necesidad de un cambio necesario y sin muchas cortapisas, ya que obviamente -para ellos- la situación cada vez es más cuesta arriba.
Y así, entre lo que se dice y lo que se hace, se pasan los años y la vida de todos, la de los que siguen bien en su sistema, y la de aquellos que desean mejorar el sistema y la situación de todos, sin que nada se haga, sin que nada cambie, salvo la desconfianza y frustración de la población hacia las élites políticas.
Dicha frustración lleva a un círculo vicioso de decepción y desmovilización que cada cierto tiempo, y dependiendo de ciertas alineaciones planetarias, da paso a un círculo virtuoso de esperanza, optimismo y movilización; estos círculos, son los ciclos que vivimos en todos los países, y la idea es tratar de eliminar estos altibajos sociales, buscando una continuidad en el funcionamiento de la política y de los actores que la conforman.
Aquellos que infringen las reglas es probable que no se apliquen las sanciones a sí mismos, por lo que es necesario que de alguna forma se garantice el cumplimiento de las normas y la aplicación de sanciones siempre que el caso lo requiera.
El discurso con talento es necesario y vale oro, pero la pose de estadista solamente para la foto de Instagram y el titular del día ya no son suficientes, ése es el talón de Aquiles que está deteriorando a las democracias en todo el mundo, el postureo, la simplicidad y la falta de profundidad en los problemas cotidianos de la gente.
Es necesario identificarse con las personas, no es solamente ser empático y dar una palmadita en la espalda, hay que entender lo que sufren y los sacrificios que tienen que hacer para llegar a fin de mes. No es solamente hablar de cierre de comercios, y de subida de impuestos, es haberse visto quebrado y sin posibilidad de sustentar a su familia, es comprar menos o productos de menor calidad porque los precios suben semanalmente y no te han pagado el E.R.T.E
La única posibilidad de que este cambio de sistema venga del ámbito político, es teniendo políticos que hayan vivido o pasado por estas situaciones, que lleguen a altos cargos de la esfera política y que no estén enfermos de venganza, envidia o complejos de inferioridad; sino que, por el contrario, entiendan la necesidad de los cambios y los beneficios que éstos traerían al conjunto del país.
Se necesita un discurso claro, sin ambigüedades y con criterio, que cale en los ciudadanos, que sea capaz de unificar más allá de las ideologías, que explique cómo garantizar la fortaleza, unidad e identidad de la nación gracias a los valores, diferencias e individualidades de aquellos que la conformamos. Un discurso que haga llegar esos valores y ese mensaje a la gran mayoría de la sociedad.
Porque una sociedad organizada es el mayor y más efectivo grupo de presión que pueda existir, apoyada en el discurso con unos objetivos propios, una razón de ser que la defina, que la motive a cumplir y a exigir sus obligaciones y sus derechos por igual.
Este es el discurso que deben promover los políticos, las sociedades necesitan de los líderes que los tiempos demandan, es necesario adaptarse a los tiempos y ver los cambios que se pueden avecinar si no se toman las medidas oportunas.
Por ejemplo, en lugar de disminuir los días de trabajo y producción en medio de una pandemia y una crisis económica mundial, a lo mejor deberíamos limitar los sueldos y los períodos de mandato de las autoridades políticas.
Ya que el ejercicio de la política es vista por algunos como el medio para hacer dinero fácil, relacionarse con personas influyentes y la obtención de lujos, adulaciones y beneficios sin límites; es necesario limitar el acceso a ella y su ejercicio. Organizar, limitar o regular, da igual el nombre, lo importante es plantearlo, promoverlo y hacerlo.
Seguro que los tiempos de espera para ser atendido por un especialista, bajarían si los ministros y demás autoridades políticas, y sus familiares directos, tuvieran que asistir a la sanidad pública.
Seguro que a nuestros hijos les enseñarían inglés, francés, alemán o música -o todas juntas- en el colegio, cualquiera que éste fuera, si sus hijos tuvieran que ir a un colegio público.
Seguro que muchos “listos” abandonarían la política y muchos más, ni siquiera podrían o intentarían entrar en ella.
Seguro que esto permitiría a aquellos que de verdad trabajan con vocación de servicio, visión de futuro y de país, trabajar de verdad y tomar las decisiones necesarias para el crecimiento de todos.
Seguro que esto no será fácil, pero es necesario y, lo mejor, es posible, sólo haces falta tú.
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