Inicio Opinión La ceguera política que está acabando con Venezuela

La ceguera política que está acabando con Venezuela

Por Daniel Lema Rincón

Desde hace tiempo he querido opinar sobre dos temas que casi siempre salen en cualquier conversación política y con las que no estoy para nada de acuerdo, sobre todo, porque pareciera que es una actitud general.

El primero, pensar que toda la culpa de que Venezuela esté como está es del chavismo, y la otra, pensar que el gobierno interino, o los partidos de oposición, son intocables y no se les puede pedir ni exigir transparencia ni cuenta alguna, so pena de ser acusado de colaboracionista o traidor.

Y como esto ya es el pan nuestro de cada día quiero hablar de cómo la ceguera política y la polarización están haciendo estragos en las posibilidades no sólo de un cambio político real, sino de un cambio político verdadero y duradero en el tiempo.

Con ceguera política, me quiero referir a la dificultad que hemos tenido todos los que de una u otra forma nos hemos dedicado a la gestión de lo público o al interés común, para entender los cambios que se desarrollaron en las últimas décadas en Venezuela y el mundo; y, por ende, la dificultad de adaptar la dinámica política a esos cambios y así, poder dar respuestas no sólo a las necesidades de las personas, sino a las necesidades del país como un todo.

Un ejemplo de esta ceguera es la llegada de Chávez a la presidencia de Venezuela después de haber sido una de las democracias más sólidas del continente y con cuarenta años de historia; es cierto que Chávez y su séquito criminal, devastaron al país y lo tienen sumido en una realidad de miseria, hambre y atraso sin parangón.

Es cierto que Venezuela pasó de ser un país receptor de emigrantes y perseguidos políticos de cualquier país, raza, credo o ideología, a presenciar el desplazamiento forzado de más de cinco millones de ciudadanos, escapando de la violación de derechos humanos, la inseguridad, la falta de sanidad y demás servicios públicos; en fin, de la falta de oportunidades que pudieran ofrecer la esperanza y promesa de un futuro mejor, esa promesa que estuvo garantizada para todo aquel que quisiera trabajar para progresar.

Venezuela pasó de ser un país con una de las empresas petroleras más importantes del mundo,  con el precio de la gasolina más barata del mundo, con una de las monedas más fuertes y con una movilidad social real, a ser un país sin prácticamente industria petrolera, a importar gasolina de Irán porque no es capaz de producir lo suficiente para satisfacer el mercado interno, a tener la moneda más devaluada del mundo y peor aún, pasó a tener lo que yo llamaría una movilidad social inversa o descendente, donde los ciudadanos pueden bajar de estrato social con una rapidez vertiginosa y sin previo aviso.

Ahora bien, esa Venezuela que tenemos hoy en día, no sólo es el resultado de Chávez y su séquito de saqueadores. Chávez no llegó al poder porque lo dejaron llegar, -depende como se vea alguien podría decir que sí- ni mucho menos, llegó por casualidad. Chávez no es una causa, es una consecuencia de los errores y la corrupción que se dieron durante los gobiernos de Acción Democrática y COPEI.

Por supuesto que hay líderes que resaltar, que hubo funcionarios probos, hombres y mujeres dignos y valiosos a los intereses de la nación, por supuesto que durante los comienzos de este período se sentaron las bases de la democracia y de las instituciones que hoy de una u otra forma subsisten en el país y por supuesto, se forjaron los valores democráticos por los que todavía hoy luchamos, sin importar donde nos encontremos.

Pero también es verdad que en este período de tiempo creció la miseria, los cinturones de pobreza empezaron a rodear a las ciudades sin ningún tipo de control ni planificación, el nivel de la educación bajó y no por culpa de los maestros o profesores, sino por falta de inversión e incentivos; y por supuesto, el discurso populista y demagogo, apoyado en clases de poesía y oratoria, floreció y se hizo fuerte en una sociedad donde las ganancias por la nacionalización del petróleo eran tales que invitaban a la comodidad, a las subvenciones y a las promesas vacías.

De esta forma, se desarrolló una estructura clientelar de tal magnitud, a la que, ni los políticos, los funcionarios o los ciudadanos probos y de bien pudieron hacer frente, porque cuando se quiso o, mejor dicho, se intentó tomar medidas al respecto, no fue posible -el sistema clientelar no se dejó eliminar…-. Esta estructura fue heredada y llevada a otro nivel por el chavismo con las consecuencias que hoy conocemos.

En cuanto a la polarización; antes de Chávez, los ciudadanos vivíamos una polarización si se quiere ingenua, inocente, la mayoría se identificaba con uno de los dos partidos políticos mayoritarios, o con algún equipo de béisbol, poco más, casi todo estaba relacionado con el deporte. Esas eran las causas que con mayor frecuencia podían polarizar alguna reunión o discusión y casi siempre sin pasar de unas bromas o chistes.

Pero llegó Chávez y lo cambió todo, dividió amistades, dividió familias, dividió al país; y lo dividió de la peor forma posible, por medio del insulto, la humillación y el desprecio hacia lo que él quisiera identificar como contrario, hacia el enemigo de turno, hacia el chivo expiatorio, porque al final lo importante no era encontrar culpables, lo importante no era hacer justicia ni mucho menos cumplir las promesas de campaña y llevar a Venezuela a una senda de crecimiento; no, lo importante era -y sigue siendo- dividir.

Uno de los objetivos alcanzados por Chávez fue convulsionar, enturbiar y complicarlo todo. Se dio cuenta que, con su habilidad para ilusionar y excitar a las masas a través de su discurso populista incendiario, aunado a su magnetismo personal y manteniendo los asuntos de gobierno entre cuentos y engaños, podía hacer y deshacer a su voluntad.

Esta polarización hoy en día se encuentra en todos los ámbitos de la sociedad, pero la responsabilidad de luchar contra ella es del liderazgo opositor; es decir, en primer lugar, deben acabar con la polarización dentro de la propia oposición.

La relación entre la clase política y la sociedad debe cambiar cuanto antes, es insoportable que se siga tratando a los ciudadanos como niños, como menores de edad que no pueden o no deben saber ciertas cosas; pero, en este mundo tecnológico todo se termina sabiendo, todo se termina filtrando y al final, todos terminan desdiciéndose, o echándole la culpa a otro o prometiendo por enésima vez que tal o cual actuación no se va a repetir; que la próxima vez sí ganaremos, lo que ha venido generando la lógica frustración en la población y termina convirtiéndose en desconfianza hacia el liderazgo político en general.

Si queremos acabar con la polarización debemos abandonar la ceguera política y hablarle claro a la sociedad, cambiar la forma en que nos comunicamos y nos relacionamos y, sobre todo, no repetir los errores pasados.

Los problemas se enfrentan y las responsabilidades se asumen, y digo esto porque también entra dentro de la polarización que vivimos la oposición. Debemos dejar de pensar que exigir transparencia y cuentas claras en todos los ámbitos del quehacer de un gobierno, es un favor que le hace el gobierno a la sociedad. No señor, es la obligación del gobierno, nadie debería tener que solicitarlo ni mucho menos exigirlo.

Debemos eliminar el discurso chantajista que dice eso de “si acusas a miembros del gobierno interino o de la oposición, le haces el juego a la dictadura”, o peor aún, “¡cállense vale!, cuando salgamos de la dictadura habrá tiempo de pedir cuentas, mientras tanto es mejor quedarse callado, porque eso es lo que quiere el chavismo, dividirnos…” Vamos no me jodan, ¿de verdad? ¿es así como creen que vamos a salir de una dictadura y de un gobierno de saqueadores y crear un país fundamentado en valores éticos?

Les digo una cosa, si un gobierno es poco transparente con la información siendo un gobierno interino, no va a ser más transparente cuando sea un gobierno formal; y, si cualquier miembro del gobierno interino estuviese implicado en actos de corrupción y no se le exige responsabilidad alguna ni mucho menos se le sanciona de forma ejemplar “piri ni hicirli il juigui il gibirni”, les digo que ese o esos “funcionarios” mucho menos serán investigados o sancionados si llegan a formar parte de un gobierno y un poder formal, olvídense de eso.

Por eso digo que esta ceguera política y esta polarización que vivimos está matando a Venezuela y nos está condenando a todos políticos y ciudadanos de bien a repetir una y otra vez las mismas situaciones con los mismos resultados.

Es necesario cambiar la forma en que la política se relaciona con la sociedad, los políticos debemos servir con el ejemplo, tratar de ser mejores personas cada día porque un político debe ser un modelo a seguir, con valores, templanza y convicciones capaces de hacernos salir del atolladero en el que nos encontramos.

Siempre hay una oportunidad de cambiar y ser mejores, pero sólo depende de nosotros, de la motivación y las ganas que tengamos de hacerlo.

Iberoeconomía.es

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La ceguera política que está acabando con Venezuela

Por Daniel Lema Rincón

Desde hace tiempo he querido opinar sobre dos temas que casi siempre salen en cualquier conversación política y con las que no estoy para nada de acuerdo, sobre todo, porque pareciera que es una actitud general.

El primero, pensar que toda la culpa de que Venezuela esté como está es del chavismo, y la otra, pensar que el gobierno interino, o los partidos de oposición, son intocables y no se les puede pedir ni exigir transparencia ni cuenta alguna, so pena de ser acusado de colaboracionista o traidor.

Y como esto ya es el pan nuestro de cada día quiero hablar de cómo la ceguera política y la polarización están haciendo estragos en las posibilidades no sólo de un cambio político real, sino de un cambio político verdadero y duradero en el tiempo.

Con ceguera política, me quiero referir a la dificultad que hemos tenido todos los que de una u otra forma nos hemos dedicado a la gestión de lo público o al interés común, para entender los cambios que se desarrollaron en las últimas décadas en Venezuela y el mundo; y, por ende, la dificultad de adaptar la dinámica política a esos cambios y así, poder dar respuestas no sólo a las necesidades de las personas, sino a las necesidades del país como un todo.

Un ejemplo de esta ceguera es la llegada de Chávez a la presidencia de Venezuela después de haber sido una de las democracias más sólidas del continente y con cuarenta años de historia; es cierto que Chávez y su séquito criminal, devastaron al país y lo tienen sumido en una realidad de miseria, hambre y atraso sin parangón.

Es cierto que Venezuela pasó de ser un país receptor de emigrantes y perseguidos políticos de cualquier país, raza, credo o ideología, a presenciar el desplazamiento forzado de más de cinco millones de ciudadanos, escapando de la violación de derechos humanos, la inseguridad, la falta de sanidad y demás servicios públicos; en fin, de la falta de oportunidades que pudieran ofrecer la esperanza y promesa de un futuro mejor, esa promesa que estuvo garantizada para todo aquel que quisiera trabajar para progresar.

Venezuela pasó de ser un país con una de las empresas petroleras más importantes del mundo,  con el precio de la gasolina más barata del mundo, con una de las monedas más fuertes y con una movilidad social real, a ser un país sin prácticamente industria petrolera, a importar gasolina de Irán porque no es capaz de producir lo suficiente para satisfacer el mercado interno, a tener la moneda más devaluada del mundo y peor aún, pasó a tener lo que yo llamaría una movilidad social inversa o descendente, donde los ciudadanos pueden bajar de estrato social con una rapidez vertiginosa y sin previo aviso.

Ahora bien, esa Venezuela que tenemos hoy en día, no sólo es el resultado de Chávez y su séquito de saqueadores. Chávez no llegó al poder porque lo dejaron llegar, -depende como se vea alguien podría decir que sí- ni mucho menos, llegó por casualidad. Chávez no es una causa, es una consecuencia de los errores y la corrupción que se dieron durante los gobiernos de Acción Democrática y COPEI.

Por supuesto que hay líderes que resaltar, que hubo funcionarios probos, hombres y mujeres dignos y valiosos a los intereses de la nación, por supuesto que durante los comienzos de este período se sentaron las bases de la democracia y de las instituciones que hoy de una u otra forma subsisten en el país y por supuesto, se forjaron los valores democráticos por los que todavía hoy luchamos, sin importar donde nos encontremos.

Pero también es verdad que en este período de tiempo creció la miseria, los cinturones de pobreza empezaron a rodear a las ciudades sin ningún tipo de control ni planificación, el nivel de la educación bajó y no por culpa de los maestros o profesores, sino por falta de inversión e incentivos; y por supuesto, el discurso populista y demagogo, apoyado en clases de poesía y oratoria, floreció y se hizo fuerte en una sociedad donde las ganancias por la nacionalización del petróleo eran tales que invitaban a la comodidad, a las subvenciones y a las promesas vacías.

De esta forma, se desarrolló una estructura clientelar de tal magnitud, a la que, ni los políticos, los funcionarios o los ciudadanos probos y de bien pudieron hacer frente, porque cuando se quiso o, mejor dicho, se intentó tomar medidas al respecto, no fue posible -el sistema clientelar no se dejó eliminar…-. Esta estructura fue heredada y llevada a otro nivel por el chavismo con las consecuencias que hoy conocemos.

En cuanto a la polarización; antes de Chávez, los ciudadanos vivíamos una polarización si se quiere ingenua, inocente, la mayoría se identificaba con uno de los dos partidos políticos mayoritarios, o con algún equipo de béisbol, poco más, casi todo estaba relacionado con el deporte. Esas eran las causas que con mayor frecuencia podían polarizar alguna reunión o discusión y casi siempre sin pasar de unas bromas o chistes.

Pero llegó Chávez y lo cambió todo, dividió amistades, dividió familias, dividió al país; y lo dividió de la peor forma posible, por medio del insulto, la humillación y el desprecio hacia lo que él quisiera identificar como contrario, hacia el enemigo de turno, hacia el chivo expiatorio, porque al final lo importante no era encontrar culpables, lo importante no era hacer justicia ni mucho menos cumplir las promesas de campaña y llevar a Venezuela a una senda de crecimiento; no, lo importante era -y sigue siendo- dividir.

Uno de los objetivos alcanzados por Chávez fue convulsionar, enturbiar y complicarlo todo. Se dio cuenta que, con su habilidad para ilusionar y excitar a las masas a través de su discurso populista incendiario, aunado a su magnetismo personal y manteniendo los asuntos de gobierno entre cuentos y engaños, podía hacer y deshacer a su voluntad.

Esta polarización hoy en día se encuentra en todos los ámbitos de la sociedad, pero la responsabilidad de luchar contra ella es del liderazgo opositor; es decir, en primer lugar, deben acabar con la polarización dentro de la propia oposición.

La relación entre la clase política y la sociedad debe cambiar cuanto antes, es insoportable que se siga tratando a los ciudadanos como niños, como menores de edad que no pueden o no deben saber ciertas cosas; pero, en este mundo tecnológico todo se termina sabiendo, todo se termina filtrando y al final, todos terminan desdiciéndose, o echándole la culpa a otro o prometiendo por enésima vez que tal o cual actuación no se va a repetir; que la próxima vez sí ganaremos, lo que ha venido generando la lógica frustración en la población y termina convirtiéndose en desconfianza hacia el liderazgo político en general.

Si queremos acabar con la polarización debemos abandonar la ceguera política y hablarle claro a la sociedad, cambiar la forma en que nos comunicamos y nos relacionamos y, sobre todo, no repetir los errores pasados.

Los problemas se enfrentan y las responsabilidades se asumen, y digo esto porque también entra dentro de la polarización que vivimos la oposición. Debemos dejar de pensar que exigir transparencia y cuentas claras en todos los ámbitos del quehacer de un gobierno, es un favor que le hace el gobierno a la sociedad. No señor, es la obligación del gobierno, nadie debería tener que solicitarlo ni mucho menos exigirlo.

Debemos eliminar el discurso chantajista que dice eso de “si acusas a miembros del gobierno interino o de la oposición, le haces el juego a la dictadura”, o peor aún, “¡cállense vale!, cuando salgamos de la dictadura habrá tiempo de pedir cuentas, mientras tanto es mejor quedarse callado, porque eso es lo que quiere el chavismo, dividirnos…” Vamos no me jodan, ¿de verdad? ¿es así como creen que vamos a salir de una dictadura y de un gobierno de saqueadores y crear un país fundamentado en valores éticos?

Les digo una cosa, si un gobierno es poco transparente con la información siendo un gobierno interino, no va a ser más transparente cuando sea un gobierno formal; y, si cualquier miembro del gobierno interino estuviese implicado en actos de corrupción y no se le exige responsabilidad alguna ni mucho menos se le sanciona de forma ejemplar “piri ni hicirli il juigui il gibirni”, les digo que ese o esos “funcionarios” mucho menos serán investigados o sancionados si llegan a formar parte de un gobierno y un poder formal, olvídense de eso.

Por eso digo que esta ceguera política y esta polarización que vivimos está matando a Venezuela y nos está condenando a todos políticos y ciudadanos de bien a repetir una y otra vez las mismas situaciones con los mismos resultados.

Es necesario cambiar la forma en que la política se relaciona con la sociedad, los políticos debemos servir con el ejemplo, tratar de ser mejores personas cada día porque un político debe ser un modelo a seguir, con valores, templanza y convicciones capaces de hacernos salir del atolladero en el que nos encontramos.

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