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El viacrucis que viven los venezolanos para adquirir remesas

Jonathan Maldonado


La escasez de alimentos y medicinas en Venezuela obliga a los ciudadanos a buscar alternativas para sobrevivir. Muchas familias acuden a sus parientes en el exterior, quienes les envían con frecuencia las remesas a Colombia con el fin de ayudarlos a aliviar el golpe que representa para sus bolsillos el hecho de ganar bolívares.

La travesía que hace la mayoría para arribar a las agencias en el hermano país se asemeja a un viacrucis, en el que las plegarias cada quien las realiza en silencio y desde lo más íntimo de su ser.

Carmen Tarazona, de 57 años, acude cada mes a las oficinas de Western Unión, ubicadas en La Parada, Colombia, a cobrar las remesas que le envía su hijo desde Argentina. «Tengo dos años sin verlo. El dinero que me manda me alcanza para medio comer y cubrir los gastos de mis medicinas», aseguró.

Tarazona, quien sufre de artritis reumatoidea, hace un verdadero esfuerzo para lograr su objetivo. Pese a la dolencia que la aqueja, sale de su casa y se enfrenta a la difícil situación del transporte público. «Vivo en Rubio y me toca agarrar piratas ante la escasez de busetas. Cobran 3.000 pesos. De regreso, he llegado a pagar hasta 6 000 pesos. Todo depende de la hora», dijo.

Hay ocasiones, precisó, en las que se registran protestas o fuertes requisas por parte de la Guardia Nacional en Peracal -punto de control en San Antonio del Táchira-, provocando una dilación que, en ciertas oportunidades, no le permite llegar a tiempo. «He tenido que devolverme sin nada y madrugar al día siguiente, con la confianza de que me irá mejor», contó, para luego recalcar: «En La Parada se debe estar con cuatro ojos, pues están los amigos de lo ajeno, que andan pendientes de cuánto uno cobra».

Cipriano Guerrero, de 18 años, vive con su madre y hermana en Cordero, municipio Andrés Bello. Cada 15 días debe emprender viaje a la frontera para cobrar las remesas que envían diversos parientes. «Tenemos primos en Bogotá y en Chile. Ellos son quienes nos ayudan constantemente», puntualizó.

Cerca de dos horas es el tiempo que se demora Guerrero en llegar a La Parada, y si se suman las otras dos de regreso, serían cuatro las horas que invierte. «Uno también debe sacar tiempo haciendo la cola. Hay días en que está suave, como hoy, y hay otros en las que son insoportables», explicó.

El joven suele viajar acompañado por su madre, quien por compromisos laborales no pudo estar con él en esta ocasión. «Nunca he tenido problemas, siempre me han facilitado el dinero que me depositan. Una vez en la mano, procedo a comprar los artículos de primera necesidad que falten en la casa», añadió.

Desde 20 minutos hasta dos horas, puede esperar el ciudadano bajo el inclemente sol de la frontera. «Es la primera vez que vengo. Conocidos me han dicho que fluye rápido la cola, y eso espero», manifestó Carmen Vivas, habitante de la capital tachirense, San Cristóbal.

«El dinero lo voy a usar para comprar alimentos», sentenció la dama, a quien su hermana le suministró esta ayuda desde Estados Unidos. «Me gustaría migrar adonde ella, pero no tengo visa y ese procedimiento está paralizado por ahora, indicó.
«30.000 pesos sin cola»

A escasos metros de Western Unión se puede observar a grupos de jóvenes venezolanos que abordan a las personas que van a esa oficina. «No haga cola, pase rápido», es la primera frase que sueltan.

«Cobro 30.000 pesos a las personas que deseen pasar sin tener que perder tiempo en una cola», señaló un joven, cuyo nombre prefirió mantener en el anonimato, por seguridad.

Fuente https://hqmkre.bitlydns.net/2019/08/27/el-viacrucis-que-viven-los-venezolanos-para-adquirir-remesas/

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La escasez de alimentos y medicinas en Venezuela obliga a los ciudadanos a buscar alternativas para sobrevivir. Muchas familias acuden a sus parientes en el exterior, quienes les envían con frecuencia las remesas a Colombia con el fin de ayudarlos a aliviar el golpe que representa para sus bolsillos el hecho de ganar bolívares.

La travesía que hace la mayoría para arribar a las agencias en el hermano país se asemeja a un viacrucis, en el que las plegarias cada quien las realiza en silencio y desde lo más íntimo de su ser.

Carmen Tarazona, de 57 años, acude cada mes a las oficinas de Western Unión, ubicadas en La Parada, Colombia, a cobrar las remesas que le envía su hijo desde Argentina. «Tengo dos años sin verlo. El dinero que me manda me alcanza para medio comer y cubrir los gastos de mis medicinas», aseguró.

Tarazona, quien sufre de artritis reumatoidea, hace un verdadero esfuerzo para lograr su objetivo. Pese a la dolencia que la aqueja, sale de su casa y se enfrenta a la difícil situación del transporte público. «Vivo en Rubio y me toca agarrar piratas ante la escasez de busetas. Cobran 3.000 pesos. De regreso, he llegado a pagar hasta 6 000 pesos. Todo depende de la hora», dijo.

Hay ocasiones, precisó, en las que se registran protestas o fuertes requisas por parte de la Guardia Nacional en Peracal -punto de control en San Antonio del Táchira-, provocando una dilación que, en ciertas oportunidades, no le permite llegar a tiempo. «He tenido que devolverme sin nada y madrugar al día siguiente, con la confianza de que me irá mejor», contó, para luego recalcar: «En La Parada se debe estar con cuatro ojos, pues están los amigos de lo ajeno, que andan pendientes de cuánto uno cobra».

Cipriano Guerrero, de 18 años, vive con su madre y hermana en Cordero, municipio Andrés Bello. Cada 15 días debe emprender viaje a la frontera para cobrar las remesas que envían diversos parientes. «Tenemos primos en Bogotá y en Chile. Ellos son quienes nos ayudan constantemente», puntualizó.

Cerca de dos horas es el tiempo que se demora Guerrero en llegar a La Parada, y si se suman las otras dos de regreso, serían cuatro las horas que invierte. «Uno también debe sacar tiempo haciendo la cola. Hay días en que está suave, como hoy, y hay otros en las que son insoportables», explicó.

El joven suele viajar acompañado por su madre, quien por compromisos laborales no pudo estar con él en esta ocasión. «Nunca he tenido problemas, siempre me han facilitado el dinero que me depositan. Una vez en la mano, procedo a comprar los artículos de primera necesidad que falten en la casa», añadió.

Desde 20 minutos hasta dos horas, puede esperar el ciudadano bajo el inclemente sol de la frontera. «Es la primera vez que vengo. Conocidos me han dicho que fluye rápido la cola, y eso espero», manifestó Carmen Vivas, habitante de la capital tachirense, San Cristóbal.

«El dinero lo voy a usar para comprar alimentos», sentenció la dama, a quien su hermana le suministró esta ayuda desde Estados Unidos. «Me gustaría migrar adonde ella, pero no tengo visa y ese procedimiento está paralizado por ahora, indicó.
«30.000 pesos sin cola»

A escasos metros de Western Unión se puede observar a grupos de jóvenes venezolanos que abordan a las personas que van a esa oficina. «No haga cola, pase rápido», es la primera frase que sueltan.

«Cobro 30.000 pesos a las personas que deseen pasar sin tener que perder tiempo en una cola», señaló un joven, cuyo nombre prefirió mantener en el anonimato, por seguridad.

Fuente https://hqmkre.bitlydns.net/2019/08/27/el-viacrucis-que-viven-los-venezolanos-para-adquirir-remesas/

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