Inicio Destacados Osmel Sousa, aquel niño desconocido que embellecía niñas en sus sueños

Osmel Sousa, aquel niño desconocido que embellecía niñas en sus sueños

El periodista Diego Arroyo Gil se propuso contar la vida del constructor del concepto de la “miss venezolana”. Pero no solo sus logros. Lo presenta con sus luces y sombras

Hilda Lugo Conde 

“Siempre tuve miedo de que hicieran un libro sobre mí porque quedé marcado con lo que me dijo un gran amigo: Lola Flores se murió a los dos meses de que publicaran uno sobre su vida”. Este pavor de Osmel Sousa fue vencido por el periodista Diego Arroyo Gil, quien recogió su testimonio de vida en el libro Osmel, un hombre desconocido.

Dos años han pasado desde que el proyecto editorial fuera apenas una idea, año y tres meses desde el primer encuentro formal entre Sousa y Arroyo Gil, y tres semanas desde que el hombre tras la figura del llamado Zar de la Belleza dejó de ser tan desconocido –aunque siempre, de algún modo, seguirá siéndolo– para quien tenga entre sus manos esta obra.

En las 150 páginas el autor se remonta a Rodas, la cubana provincia de Cienfuegos, donde a un pequeño le fascinaba dibujar mujeres y le gustaban los niños. Un relato de voz no tan emocional como sí emocionante que cubre los días de un joven con grandes temores al que la madre obligó a abandonar su país para mudarse a Maracaibo, donde comenzó a forjar, sin imaginarlo, su futuro. Un texto que hace sentir nostalgia de esa Caracas llena de glamour, buen gusto y grandes fiestas en las que un cronista social llamado Osmel Sousa empezaba a rodearse de lo que siempre quiso: mujeres hermosas y gente no solo adinerada sino con poder. Así, hasta llegar al pináculo de la vida del Zar, cuando instituyó su propio canon de belleza en un país en el que el certamen de Miss Venezuela es el programa más visto de la televisión nacional y al que le debe el récord de contar con siete Miss Universo, seis Miss Mundo, ocho Miss International. Pero, lo más importante, hizo que una reina venezolana coronara a una compatriota como soberana universal. Lo había alcanzado todo.

“Yo a Diego le dije lo más fuerte cuando entramos en confianza. Primero fue hablar del Miss Venezuela, de cómo salí de Cuba, de mi llegada a este país que me decían: ‘Es atrasadísimo”, cuenta Sousa en su nueva oficina ubicada en Chacao, mientras Arroyo observa al personaje que trató de descifrar. Confiesa que decidió contar su vida luego de las acusaciones que este año lo relacionaban con una red de prostitución en la que participaban candidatas al certamen de belleza. “Todo eso es falso. ¿Dónde están las pruebas?” Y se responde: “No existen”.

Fue en Friends, un café en Miami situado en la planta baja del edificio donde Osmel Sousa tiene un apartamento, donde el periodista y escritor encendió por primera vez el grabador. “Para mí esa entrevista inicial, que duró casi dos horas, fue la más importante, porque Osmel comenzó a contarme todo cronológicamente desde su nacimiento, su vida en Cuba, su salida de la isla, su regreso. Esa primera entrevista marcó mi línea de trabajo y de inmediato me dio el título del libro. Porque a medida que escuchaba todas esas historias de un personaje archifamoso, me daba cuenta de que era, a la vez, un hombre desconocido. Muy pocos sabían esos detalles de su vida”.

—¿Qué etapa fue más dura de abordar?

—Sin duda –asegura Sousa– lo que más me pegó revivir, siempre me pasa, fue mi salida de Cuba y llegar a Maracaibo, donde me decían que las culebras andaban por la calle. Pero también digo que tengo un corazón duro, más de lo que yo hubiera creído. Yo, que siempre apuntaba hacia arriba, sabía que todo sería temporal.

Y comienza a recordar aquel día en el que salió con su abuela –“una mujer bonita, divertidísima, alta, blanca, de ojos azules y muy chismosa”– a La Habana, donde lo deslumbraron las luces de la ciudad y aquella tienda por departamentos elegantísima, El Encanto, en la que podía caminar durante horas siendo apenas un niño de 11 años.

A Venezuela no quería venir y le suplicaba a su madre, a quien solo vio dos veces en 40 años tras su salida de Cuba, que lo dejara en La Habana. Luego entendería, con los años, lo mal que la habría pasado en la capital cubana aquel niño al que le gustaban los niños, aquel pequeño homosexual.

De pronto recuerda un sueño de su infancia y reitera, enfático: “Yo era apenas un niñito”. En esas imágenes aparecía una niña muy sucia y él se encargaba de bañarla, vestirla, arreglarla. Al día siguiente no pudo terminar de relatar la experiencia a su madre. “Le causó tal aversión. Solo me preguntaba: ¿cómo que la bañaste?, ¿cómo que la vestiste? Mi abuela me habría escuchado”.

Diego Arroyo interviene: “Eso es lo que tú has hecho siempre, transformar a una mujer. Mi objetivo siempre fue transmitir cómo funciona Osmel independientemente de la opinión que se tenga del personaje”.

Porque, comenta el periodista –quien ya ha contado, entre otras, las vidas de Simón Alberto Consalvi y Sofía Ímber–, todo el mundo tiene un concepto y estereotipo de Osmel Sousa, a partir de los cuales y algún prejuicio lee estas revelaciones. “Y resulta que el testimonio está allí no para absolver ni para condenar al personaje: está para comprenderlo, siendo como es él, un hombre que marcó una época en Venezuela”.

—Como escritor, ¿en qué se convirtió la persona y el personaje al terminar el libro?

—Es un personaje que fácilmente pudiera pertenecer al universo de una novela. Pero no un personaje de ficción; no me refiero a un personaje de mentira, sino a ese tipo de personas frente a las cuales te quedas observando porque estás viendo un caso. La gente común es chévere para vivir con ella, pero para interesarte por el comportamiento humano, hay seres excepcionales como Osmel o como Sofía Ímber. A partir de lo escrito me parece mucho más evidente la personalidad de Osmel, lo entiendo mucho mejor. Pero, como digo en el libro, me sigue pareciendo fascinante que siga siendo un misterio. Y cómo su vida se ha desarrollado en él, cómo la vida ha hecho con su vida una vida que, además, ha tenido una repercusión social tan grande. De allí mi insistencia en que en todas las áreas del vivir social hay personajes y figuras relevantes. Acercarnos a ellos nos ayuda a comprender mejor el país en el que vivimos y la sociedad en la que crecemos.

—Siendo usted, Osmel, un personaje reservado, introvertido, ¿cómo es verse expuesto de esta manera?

—Todo el que quiera saber de mí, que sepa. Este libro soy yo. Me reservé cosas, algunas, porque son muy fuertes y no quiero rememorarlas. Cosas de mi vida personal y profesional.

Y recuerda un episodio del libro que algunos han señalado como inventado: la violación que sufrió cuando era niño en Rodas. “Yo ese episodio lo había borrado hasta que se lo recordé a Diego. Pero esa violación la propicié yo porque me quedaba mirando a aquel hombre casado, buenmozo, que pasaba por mi casa cuando llegaba del trabajo. Yo tenía 11 años y me violaron él y su esposa, con la luz apagada. Fue muy desagradable que la mujer estuviera. Quise contárselo a mi papá, pero preferí callarlo. La pareja se mudó y más nunca los vi. Debo confesar que no me generó trauma. Tuvo otras secuelas, pero trauma no”.

Dos noches le tomó a Osmel Sousa leer el libro sobre su vida, de la que dice ya no hay mucho más que contar. “Ahora hay que hablar de lo que hice, que fue crear mujeres bellas. Eso es mucho más interesante”.

Porque quien cree que en este libro va a contar muchos detalles del Miss Venezuela, de su renuncia, de las acusaciones en su contra, no se sentirá satisfecho. Para eso hace falta otro libro. “Mucho más grueso porque es mucho lo que tengo que decir”, advierte.

Y agrega Diego Arroyo: “Hay personas que se han decepcionado por esa razón. Pero ese no fue nunca mi interés. No hay que sucumbir al apetito morboso de la gente. Con el tiempo se verá la importancia de que él haya hablado como lo hizo”.

—¿Qué siente Osmel Sousa al verse tan retratado en un libro?

“Una pena horrorosa”, dice. Entonces muestra una sonrisa a media asta, como quien no se lo cree.

Concurso sin reality

“Yo digo que he superado lo del Miss Venezuela, pero son 40 años de un pasado maravilloso de mi vida que recuerdo con mucho cariño. A veces hay noches en las que sueño que corono a una nueva miss. Y sí, quiero cerrar esa etapa porque para mí ya murió. Y nunca hablaré mal del concurso porque fueron muchos años de éxitos, de momentos únicos, en los que hacía lo que quería y como quería con una libertad total. Siento un poco de nostalgia, pero nunca rencor. A mí me afectó mucho todo lo que se dijo de mí, que era un proxeneta y todas esas cosas feas. Yo estoy seguro de que mi salida del reality show Nuestra belleza latina fue por todo lo que se dijo de mí.

“Pero ahora estoy enfocado en El concurso by Osmel, el reality de 14 capítulos que grabamos en varias ciudades. Lamento que no hayamos podido ir a Los Roques. El concepto es muy distinto. Hay muchachas muy bellas. Hice castings en todo el país con los que expulsaron del Miss Venezuela tras el escándalo. Ellos son mis amigos.

“La idea es que lo transmita Netflix. El equipo que se encarga de eso está en conversaciones para llegar a acuerdos. Y el próximo año hay planes de que El concurso sea internacional. Es decir, que muchachas de otros países vengan a Venezuela a participar una única noche en el certamen. Esa es mi intención. Un concurso sin reality para buscar una reina internacional”.

Fuente http://www.el-nacional.com/noticias/entretenimiento/osmel-sousa-aquel-nino-desconocido-que-embellecia-ninas-sus-suenos_262565

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Hilda Lugo Conde 

“Siempre tuve miedo de que hicieran un libro sobre mí porque quedé marcado con lo que me dijo un gran amigo: Lola Flores se murió a los dos meses de que publicaran uno sobre su vida”. Este pavor de Osmel Sousa fue vencido por el periodista Diego Arroyo Gil, quien recogió su testimonio de vida en el libro Osmel, un hombre desconocido.

Dos años han pasado desde que el proyecto editorial fuera apenas una idea, año y tres meses desde el primer encuentro formal entre Sousa y Arroyo Gil, y tres semanas desde que el hombre tras la figura del llamado Zar de la Belleza dejó de ser tan desconocido –aunque siempre, de algún modo, seguirá siéndolo– para quien tenga entre sus manos esta obra.

En las 150 páginas el autor se remonta a Rodas, la cubana provincia de Cienfuegos, donde a un pequeño le fascinaba dibujar mujeres y le gustaban los niños. Un relato de voz no tan emocional como sí emocionante que cubre los días de un joven con grandes temores al que la madre obligó a abandonar su país para mudarse a Maracaibo, donde comenzó a forjar, sin imaginarlo, su futuro. Un texto que hace sentir nostalgia de esa Caracas llena de glamour, buen gusto y grandes fiestas en las que un cronista social llamado Osmel Sousa empezaba a rodearse de lo que siempre quiso: mujeres hermosas y gente no solo adinerada sino con poder. Así, hasta llegar al pináculo de la vida del Zar, cuando instituyó su propio canon de belleza en un país en el que el certamen de Miss Venezuela es el programa más visto de la televisión nacional y al que le debe el récord de contar con siete Miss Universo, seis Miss Mundo, ocho Miss International. Pero, lo más importante, hizo que una reina venezolana coronara a una compatriota como soberana universal. Lo había alcanzado todo.

“Yo a Diego le dije lo más fuerte cuando entramos en confianza. Primero fue hablar del Miss Venezuela, de cómo salí de Cuba, de mi llegada a este país que me decían: ‘Es atrasadísimo”, cuenta Sousa en su nueva oficina ubicada en Chacao, mientras Arroyo observa al personaje que trató de descifrar. Confiesa que decidió contar su vida luego de las acusaciones que este año lo relacionaban con una red de prostitución en la que participaban candidatas al certamen de belleza. “Todo eso es falso. ¿Dónde están las pruebas?” Y se responde: “No existen”.

Fue en Friends, un café en Miami situado en la planta baja del edificio donde Osmel Sousa tiene un apartamento, donde el periodista y escritor encendió por primera vez el grabador. “Para mí esa entrevista inicial, que duró casi dos horas, fue la más importante, porque Osmel comenzó a contarme todo cronológicamente desde su nacimiento, su vida en Cuba, su salida de la isla, su regreso. Esa primera entrevista marcó mi línea de trabajo y de inmediato me dio el título del libro. Porque a medida que escuchaba todas esas historias de un personaje archifamoso, me daba cuenta de que era, a la vez, un hombre desconocido. Muy pocos sabían esos detalles de su vida”.

—¿Qué etapa fue más dura de abordar?

—Sin duda –asegura Sousa– lo que más me pegó revivir, siempre me pasa, fue mi salida de Cuba y llegar a Maracaibo, donde me decían que las culebras andaban por la calle. Pero también digo que tengo un corazón duro, más de lo que yo hubiera creído. Yo, que siempre apuntaba hacia arriba, sabía que todo sería temporal.

Y comienza a recordar aquel día en el que salió con su abuela –“una mujer bonita, divertidísima, alta, blanca, de ojos azules y muy chismosa”– a La Habana, donde lo deslumbraron las luces de la ciudad y aquella tienda por departamentos elegantísima, El Encanto, en la que podía caminar durante horas siendo apenas un niño de 11 años.

A Venezuela no quería venir y le suplicaba a su madre, a quien solo vio dos veces en 40 años tras su salida de Cuba, que lo dejara en La Habana. Luego entendería, con los años, lo mal que la habría pasado en la capital cubana aquel niño al que le gustaban los niños, aquel pequeño homosexual.

De pronto recuerda un sueño de su infancia y reitera, enfático: “Yo era apenas un niñito”. En esas imágenes aparecía una niña muy sucia y él se encargaba de bañarla, vestirla, arreglarla. Al día siguiente no pudo terminar de relatar la experiencia a su madre. “Le causó tal aversión. Solo me preguntaba: ¿cómo que la bañaste?, ¿cómo que la vestiste? Mi abuela me habría escuchado”.

Diego Arroyo interviene: “Eso es lo que tú has hecho siempre, transformar a una mujer. Mi objetivo siempre fue transmitir cómo funciona Osmel independientemente de la opinión que se tenga del personaje”.

Porque, comenta el periodista –quien ya ha contado, entre otras, las vidas de Simón Alberto Consalvi y Sofía Ímber–, todo el mundo tiene un concepto y estereotipo de Osmel Sousa, a partir de los cuales y algún prejuicio lee estas revelaciones. “Y resulta que el testimonio está allí no para absolver ni para condenar al personaje: está para comprenderlo, siendo como es él, un hombre que marcó una época en Venezuela”.

—Como escritor, ¿en qué se convirtió la persona y el personaje al terminar el libro?

—Es un personaje que fácilmente pudiera pertenecer al universo de una novela. Pero no un personaje de ficción; no me refiero a un personaje de mentira, sino a ese tipo de personas frente a las cuales te quedas observando porque estás viendo un caso. La gente común es chévere para vivir con ella, pero para interesarte por el comportamiento humano, hay seres excepcionales como Osmel o como Sofía Ímber. A partir de lo escrito me parece mucho más evidente la personalidad de Osmel, lo entiendo mucho mejor. Pero, como digo en el libro, me sigue pareciendo fascinante que siga siendo un misterio. Y cómo su vida se ha desarrollado en él, cómo la vida ha hecho con su vida una vida que, además, ha tenido una repercusión social tan grande. De allí mi insistencia en que en todas las áreas del vivir social hay personajes y figuras relevantes. Acercarnos a ellos nos ayuda a comprender mejor el país en el que vivimos y la sociedad en la que crecemos.

—Siendo usted, Osmel, un personaje reservado, introvertido, ¿cómo es verse expuesto de esta manera?

—Todo el que quiera saber de mí, que sepa. Este libro soy yo. Me reservé cosas, algunas, porque son muy fuertes y no quiero rememorarlas. Cosas de mi vida personal y profesional.

Y recuerda un episodio del libro que algunos han señalado como inventado: la violación que sufrió cuando era niño en Rodas. “Yo ese episodio lo había borrado hasta que se lo recordé a Diego. Pero esa violación la propicié yo porque me quedaba mirando a aquel hombre casado, buenmozo, que pasaba por mi casa cuando llegaba del trabajo. Yo tenía 11 años y me violaron él y su esposa, con la luz apagada. Fue muy desagradable que la mujer estuviera. Quise contárselo a mi papá, pero preferí callarlo. La pareja se mudó y más nunca los vi. Debo confesar que no me generó trauma. Tuvo otras secuelas, pero trauma no”.

Dos noches le tomó a Osmel Sousa leer el libro sobre su vida, de la que dice ya no hay mucho más que contar. “Ahora hay que hablar de lo que hice, que fue crear mujeres bellas. Eso es mucho más interesante”.

Porque quien cree que en este libro va a contar muchos detalles del Miss Venezuela, de su renuncia, de las acusaciones en su contra, no se sentirá satisfecho. Para eso hace falta otro libro. “Mucho más grueso porque es mucho lo que tengo que decir”, advierte.

Y agrega Diego Arroyo: “Hay personas que se han decepcionado por esa razón. Pero ese no fue nunca mi interés. No hay que sucumbir al apetito morboso de la gente. Con el tiempo se verá la importancia de que él haya hablado como lo hizo”.

—¿Qué siente Osmel Sousa al verse tan retratado en un libro?

“Una pena horrorosa”, dice. Entonces muestra una sonrisa a media asta, como quien no se lo cree.

Concurso sin reality

“Yo digo que he superado lo del Miss Venezuela, pero son 40 años de un pasado maravilloso de mi vida que recuerdo con mucho cariño. A veces hay noches en las que sueño que corono a una nueva miss. Y sí, quiero cerrar esa etapa porque para mí ya murió. Y nunca hablaré mal del concurso porque fueron muchos años de éxitos, de momentos únicos, en los que hacía lo que quería y como quería con una libertad total. Siento un poco de nostalgia, pero nunca rencor. A mí me afectó mucho todo lo que se dijo de mí, que era un proxeneta y todas esas cosas feas. Yo estoy seguro de que mi salida del reality show Nuestra belleza latina fue por todo lo que se dijo de mí.

“Pero ahora estoy enfocado en El concurso by Osmel, el reality de 14 capítulos que grabamos en varias ciudades. Lamento que no hayamos podido ir a Los Roques. El concepto es muy distinto. Hay muchachas muy bellas. Hice castings en todo el país con los que expulsaron del Miss Venezuela tras el escándalo. Ellos son mis amigos.

“La idea es que lo transmita Netflix. El equipo que se encarga de eso está en conversaciones para llegar a acuerdos. Y el próximo año hay planes de que El concurso sea internacional. Es decir, que muchachas de otros países vengan a Venezuela a participar una única noche en el certamen. Esa es mi intención. Un concurso sin reality para buscar una reina internacional”.

Fuente http://www.el-nacional.com/noticias/entretenimiento/osmel-sousa-aquel-nino-desconocido-que-embellecia-ninas-sus-suenos_262565

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