Inicio Destacados La brava Luisa que gritó a Zapatero en Caracas

La brava Luisa que gritó a Zapatero en Caracas

Andreína Itriago

  • Es la mujer rubia que salió ‘peleando’ con «el amigo español de Maduro» en vídeos que dieron la vuelta al mundo
  • Tiene 76 años y en uno ha perdido 12 kilos por escasez. Su pensión al cambio: 2,62 euros
  • Ella no entiende el papel del «maldito» ZP. Le gritaron «cómplice de la dictadura» y hasta hubo quien le lanzó una botella

Dos palabras rompieron el silencio que imperaba en la tranquila avenida Mohedano, de Caracas, la mañana dominguera del 20 de mayo, día de las elecciones de Nicolás Maduro. «¡Fuera, Zapatero!», gritó a todo pulmón la venezolana Luisa Fermín cuando el ex presidente español José Luis Rodríguez Zapatero apenas asomó por la puerta de la escuela Andrés Bello, uno de los 29 centros habilitados para las votaciones en el municipio de Chacao.

Durante dos minutos no cesaron los improperios por parte de la multitud. «¡Chulo!», le gritaban insistentemente Luisa y unos 50 chacaoenses, no precisamente por lindo, sino por «rufián». En medio de la confusión, el ex presidente socialista y mediador extranjero del conflicto venezolano saludó y esgrimió una sonrisa que, en cuestión de segundos, se tornó nerviosa. «Yo he estado mucho tiempo aquí y vengo a observar, no a hacer juicios», argumentó al ser interrogado por el periodista de la televisión colombiana NTN24 sobre sus razones para avalar unas elecciones rechazadas por la mayoría de la oposición venezolana y la comunidad internacional. «¡Maldito!», le gritaban los vecinos que, ante la algarabía, habían abandonado sus labores en casa y se habían incorporado a la protesta desde las ventanas de los apartamentos que dan a la avenida.

Las palabras sarcásticas de Luisa se perdieron entre el alboroto: «Con los dólares que te ha pagado Maduro, haz campaña en España e implementa allá este comunismo».

Zapatero no escuchó las últimas palabras de la brava Luisa. Los funcionarios que lo escoltaban, también nerviosos por la turba enardecida, la obligaron a retroceder junto con la multitud y a él lo hicieron entrar rápidamente en una camioneta que estaba aparcada a pocos metros de la escuela.

Aún dentro del coche, Luisa y los suyos continuaban gritándole y, antes de que la caravana en la que viajaba Zapatero saliera de la avenida, desde alguno de los edificios alguien le lanzó una botella.

Los 76 años de vida que lleva a cuestas no le restaron fuerzas a la energética Luisa para seguir: «¡Hasta cuándo Zapatero nos va a estar jodiendo! Él no está pasando hambre, no está pasando necesidades». Ella, en cambio, sí. Según confesó a Crónica días después, en la misma esquina desde la que increpó al ex mandatario español, en el último año ha perdido 12 kilos. «Y no de enfermedad: de hambre», aclara con fiereza.

Como ella, seis de cada 10 venezolanos sometidos a la dieta de Maduro perdieron un promedio de 11 kilos de peso durante 2017, de acuerdo con la Encuesta sobre Condiciones de Vida (Encovi) presentada a principios de este año por un grupo de académicos y expertos. «Y si no he perdido más kilos es porque me alimento como un bebé (con papillas de cereales), pero con carne (ternera) no, ni con pollo, ni con pescado», dio más detalles de sus hambres Luisa.

Con los 2.700.000 bolívares que recibe de pensión (2,62 euros, según una de las tasas de cambio no oficial que hay en el país), Luisa no puede pagar un kilo de carne de ternera, que cuesta casi el doble de lo que ella percibe en un mes. Tampoco puede comprar un kilo de mero, para el que necesitaría 3.200.000 bolívares. Sí le alcanza para comprar un kilo de róbalo (lubina) o de pollo. Pero apenas le quedaría dinero suficiente para comprar un kilo de tomates el resto del mes.

Por eso Luisa no dudó en acudir al colegio Andrés Bello, del opositor municipio de Chacao, cuando le avisaron con una llamada telefónica de que Rodríguez Zapatero había llegado, como antes lo había hecho en otros procesos electorales, sin que se hubieran registrado incidentes.

Como ella, se acercaron decenas de vecinos, entre los que corrió la noticia como pólvora. No querían participar en unas elecciones en las que no creían, por eso en las inmediaciones del centro no se veían las largas filas de otros comicios. «Con un 46% (de participación total en el país) tuvimos la elección presidencial de más alta tasa de abstención en la historia democrática de Venezuela», aseguró esta semana el analista político Luis Vicente León. En el centro que visitó Zapatero, en Chacao, solo votó el 16% de los más de 7.000 electores inscritos, mientras que en las presidenciales de 2013 lo hizo el 75%.

Esta vez, sin embargo, Luisa y sus vecinos habían jurado dejar las calles desiertas, pero salieron para expresar su rechazo a quien, al igual que la eurodiputada Beatriz Becerra, del grupo liberal ALDE, consideran que está al servicio del régimen de Maduro. «¿Por qué él no viene aquí a Chacao y busca a los vecinos y nos pregunta cómo estamos, cómo vivimos, cómo cambió todo? (…) Él lo que viene es a buscar sus dólares, más nada. Así como vinieron todos los asesores», aseguró Luisa a Crónica. Sus vecinos, que conservan en sus móviles los vídeos de aquel día, la secundaron.

Y así como en febrero Becerra le cuestionó a Zapatero que trabajara para un Gobierno que días antes había expulsado al embajador de España en Caracas, tras la restitución de las relaciones Luisa le planteó un nuevo interrogante: «Aquí hay españoles a los que este régimen les destrozó la vida, les quitó todo. Españoles que trabajaban, que compraron sus estacionamientos, y él se los quitó para hacer viviendas y no se los pagó. ¿Cómo él puede ser amigo de alguien que le hace daño a su país?».

Según cifras del ex alcalde Ramón Muchacho, el 10% de los 60.000 habitantes de Chacao, el municipio más pequeño de los cinco que conforman Caracas, es inmigrante. No son sólo españoles, como los que refiere Luisa, sino también italianos y portugueses.

María Abreu forma parte de la comunidad lusa. A diferencia de otros comerciantes de la zona, sí abrió el abasto que tiene no lejos de la escuela que visitó Zapatero el domingo 20 de mayo. Lamentó enterarse tarde de que el político español estuvo allí, pues ella, que lleva 45 años en Venezuela y dice quererla como a «ningún otro país del mundo», quería hablarle de todas las vicisitudes que ha afrontado en la batalla contra un cáncer de mama, en un país en el que el desabastecimiento de medicinas para enfermedades crónicas supera el 90%. «No me consta que Zapatero vaya a resolver nada de esto. Es un enchufado (vinculado) del Gobierno», manifestó a Crónica. Como Luisa, María no tardó en romper a llorar de indignación.

Una cosa le faltó a Luisa por decirle al ex presidente español antes de que éste continuara su tranquilo recorrido por otros centros desolados de Caracas y terminara en el lujoso hotel Marriott, donde aseguran que se hospedó bien protegido: «El pueblo de Venezuela no le agradece nada de lo que él piensa que está haciendo por nosotros. La paz del santo sepulcro no la queremos: queremos una paz con democracia».

Fuente http://www.elmundo.es/cronica/2018/05/29/5b0ad917ca47414d138b4602.html

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  • Tiene 76 años y en uno ha perdido 12 kilos por escasez. Su pensión al cambio: 2,62 euros
  • Ella no entiende el papel del «maldito» ZP. Le gritaron «cómplice de la dictadura» y hasta hubo quien le lanzó una botella

Dos palabras rompieron el silencio que imperaba en la tranquila avenida Mohedano, de Caracas, la mañana dominguera del 20 de mayo, día de las elecciones de Nicolás Maduro. «¡Fuera, Zapatero!», gritó a todo pulmón la venezolana Luisa Fermín cuando el ex presidente español José Luis Rodríguez Zapatero apenas asomó por la puerta de la escuela Andrés Bello, uno de los 29 centros habilitados para las votaciones en el municipio de Chacao.

Durante dos minutos no cesaron los improperios por parte de la multitud. «¡Chulo!», le gritaban insistentemente Luisa y unos 50 chacaoenses, no precisamente por lindo, sino por «rufián». En medio de la confusión, el ex presidente socialista y mediador extranjero del conflicto venezolano saludó y esgrimió una sonrisa que, en cuestión de segundos, se tornó nerviosa. «Yo he estado mucho tiempo aquí y vengo a observar, no a hacer juicios», argumentó al ser interrogado por el periodista de la televisión colombiana NTN24 sobre sus razones para avalar unas elecciones rechazadas por la mayoría de la oposición venezolana y la comunidad internacional. «¡Maldito!», le gritaban los vecinos que, ante la algarabía, habían abandonado sus labores en casa y se habían incorporado a la protesta desde las ventanas de los apartamentos que dan a la avenida.

Las palabras sarcásticas de Luisa se perdieron entre el alboroto: «Con los dólares que te ha pagado Maduro, haz campaña en España e implementa allá este comunismo».

Zapatero no escuchó las últimas palabras de la brava Luisa. Los funcionarios que lo escoltaban, también nerviosos por la turba enardecida, la obligaron a retroceder junto con la multitud y a él lo hicieron entrar rápidamente en una camioneta que estaba aparcada a pocos metros de la escuela.

Aún dentro del coche, Luisa y los suyos continuaban gritándole y, antes de que la caravana en la que viajaba Zapatero saliera de la avenida, desde alguno de los edificios alguien le lanzó una botella.

Los 76 años de vida que lleva a cuestas no le restaron fuerzas a la energética Luisa para seguir: «¡Hasta cuándo Zapatero nos va a estar jodiendo! Él no está pasando hambre, no está pasando necesidades». Ella, en cambio, sí. Según confesó a Crónica días después, en la misma esquina desde la que increpó al ex mandatario español, en el último año ha perdido 12 kilos. «Y no de enfermedad: de hambre», aclara con fiereza.

Como ella, seis de cada 10 venezolanos sometidos a la dieta de Maduro perdieron un promedio de 11 kilos de peso durante 2017, de acuerdo con la Encuesta sobre Condiciones de Vida (Encovi) presentada a principios de este año por un grupo de académicos y expertos. «Y si no he perdido más kilos es porque me alimento como un bebé (con papillas de cereales), pero con carne (ternera) no, ni con pollo, ni con pescado», dio más detalles de sus hambres Luisa.

Con los 2.700.000 bolívares que recibe de pensión (2,62 euros, según una de las tasas de cambio no oficial que hay en el país), Luisa no puede pagar un kilo de carne de ternera, que cuesta casi el doble de lo que ella percibe en un mes. Tampoco puede comprar un kilo de mero, para el que necesitaría 3.200.000 bolívares. Sí le alcanza para comprar un kilo de róbalo (lubina) o de pollo. Pero apenas le quedaría dinero suficiente para comprar un kilo de tomates el resto del mes.

Por eso Luisa no dudó en acudir al colegio Andrés Bello, del opositor municipio de Chacao, cuando le avisaron con una llamada telefónica de que Rodríguez Zapatero había llegado, como antes lo había hecho en otros procesos electorales, sin que se hubieran registrado incidentes.

Como ella, se acercaron decenas de vecinos, entre los que corrió la noticia como pólvora. No querían participar en unas elecciones en las que no creían, por eso en las inmediaciones del centro no se veían las largas filas de otros comicios. «Con un 46% (de participación total en el país) tuvimos la elección presidencial de más alta tasa de abstención en la historia democrática de Venezuela», aseguró esta semana el analista político Luis Vicente León. En el centro que visitó Zapatero, en Chacao, solo votó el 16% de los más de 7.000 electores inscritos, mientras que en las presidenciales de 2013 lo hizo el 75%.

Esta vez, sin embargo, Luisa y sus vecinos habían jurado dejar las calles desiertas, pero salieron para expresar su rechazo a quien, al igual que la eurodiputada Beatriz Becerra, del grupo liberal ALDE, consideran que está al servicio del régimen de Maduro. «¿Por qué él no viene aquí a Chacao y busca a los vecinos y nos pregunta cómo estamos, cómo vivimos, cómo cambió todo? (…) Él lo que viene es a buscar sus dólares, más nada. Así como vinieron todos los asesores», aseguró Luisa a Crónica. Sus vecinos, que conservan en sus móviles los vídeos de aquel día, la secundaron.

Y así como en febrero Becerra le cuestionó a Zapatero que trabajara para un Gobierno que días antes había expulsado al embajador de España en Caracas, tras la restitución de las relaciones Luisa le planteó un nuevo interrogante: «Aquí hay españoles a los que este régimen les destrozó la vida, les quitó todo. Españoles que trabajaban, que compraron sus estacionamientos, y él se los quitó para hacer viviendas y no se los pagó. ¿Cómo él puede ser amigo de alguien que le hace daño a su país?».

Según cifras del ex alcalde Ramón Muchacho, el 10% de los 60.000 habitantes de Chacao, el municipio más pequeño de los cinco que conforman Caracas, es inmigrante. No son sólo españoles, como los que refiere Luisa, sino también italianos y portugueses.

María Abreu forma parte de la comunidad lusa. A diferencia de otros comerciantes de la zona, sí abrió el abasto que tiene no lejos de la escuela que visitó Zapatero el domingo 20 de mayo. Lamentó enterarse tarde de que el político español estuvo allí, pues ella, que lleva 45 años en Venezuela y dice quererla como a «ningún otro país del mundo», quería hablarle de todas las vicisitudes que ha afrontado en la batalla contra un cáncer de mama, en un país en el que el desabastecimiento de medicinas para enfermedades crónicas supera el 90%. «No me consta que Zapatero vaya a resolver nada de esto. Es un enchufado (vinculado) del Gobierno», manifestó a Crónica. Como Luisa, María no tardó en romper a llorar de indignación.

Una cosa le faltó a Luisa por decirle al ex presidente español antes de que éste continuara su tranquilo recorrido por otros centros desolados de Caracas y terminara en el lujoso hotel Marriott, donde aseguran que se hospedó bien protegido: «El pueblo de Venezuela no le agradece nada de lo que él piensa que está haciendo por nosotros. La paz del santo sepulcro no la queremos: queremos una paz con democracia».

Fuente http://www.elmundo.es/cronica/2018/05/29/5b0ad917ca47414d138b4602.html

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