Comencemos por imaginar una situación que para muchos latinoamericanos parece ser ajena y extraña y aceptar que nadie tiene nada asegurado al 100 por ciento.
Comencemos por imaginar una situación que para muchos latinoamericanos parece ser ajena y extraña y aceptar que nadie tiene nada asegurado al 100 por ciento. Imagine usted que estalla una fuerte crisis social en el país en el que vive.
Para fines de este ejercicio no es necesario especificar qué hay detrás de esta crisis en palabras más o palabras menos, le quita no sólo el techo, pero también el suelo y todo lo que hay en medio: trabajo, casa, un hogar, incluso su lugar en este mundo.
El número exacto no es claro, pero es indiscutible que muchos venezolanos están huyendo de la profunda crisis política y económica que, a su vez, se está transformando en una crisis humanitaria.
Datos del Servicio de Inmigración de Estados Unidos corroboran que el número de peticiones de asilo se han multiplicado por siete en los últimos tres años y en la misma Venezuela los medios locales han informado un incremento estrepitoso de solicitudes de pasaportes en el 2016 y el 2017. Algunos sondeos mencionan que entre 2 y 3 millones de venezolanos solicitaron nuevos pasaportes en el 2017, mientras que el gobierno emitió solamente 300,000 documentos.
La emigración que se originó durante la era Chávez consistió principalmente en profesionales de clase media con medios financieros propios para subsistir en el extranjero. Sin embargo, los migrantes de ahora son gente de la clase trabajadora poco calificada y poco educada, quienes, en lugar de emigrar a Estados Unidos, Europa u otros países latinoamericanos, huyen principalmente hacia países caribeños cercanos. Pero esta situación no sólo está poniendo presión sobre los países caribeños. Brasil y Colombia —este último donde 140,000 venezolanos viven actualmente— también están sintiendo la presión.
A pesar de la creciente tensión que está generando la crisis venezolana tanto dentro como fuera de sus fronteras, es muy probable que se desvanezcan todas las esperanzas de que esta situación pueda impulsar a la región a tomar una línea más firme y unificada hacia el régimen de Nicolás Maduro.