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No quiero tus euros, sí bitcoin

Cabe hacerse la pregunta: ¿Es el bitcoin una moneda o un activo de inversión?

Alberto Hernández 

Seamos honestos: en las columnas de este tipo (no digamos si revisten carácter técnico o visten jerga para iniciados) el lector tiende a leer como si desde este lado se pontificara. Presume una voz de autoridad, que no tiene por qué existir. Ni de lejos. Obviamente, no siempre es así. Ni es la pretensión (habitual) de estas líneas. Pero, en caso de que quede algún incrédulo en la sala, hagamos primero un breve ejercicio de desacreditación.

A finales de 2013, hace ya más de 4 años, me hallaba sentado en Costa del Este, Panamá, disfrutando de un estupendo ron venezolano, servido por un amigo compatriota (del ron, no mío) que me hizo la siguiente pregunta: «¿has invertido ya en bitcoin?». La respuesta no era sólo no, sino que los conocimientos que tenía de la criptomoneda sumaban poco más que la suma de clichés y artículos mal digeridos. Aquello despertó mi curiosidad, y, tras una pugilística ronda de preguntas y más preguntas y certeras respuestas, apurando la tarde (y el ron), aquello acabó con otra pregunta más: «¿por qué no compras algo, aunque sea mínimo?».

La idea era adquirir un wallet (una cartera virtual) que te daba derecho a unos 20 bitcoins. Para ello, había que desembolsar una cifra poco elevada (el precio oscilaba, pero creo recordar que estaba en unos 1.400 dólares). Pero es cierto que, como inversores, es mayor nuestro miedo a la pérdida que nuestra atracción a la ganancia. Lógica humana de medición del riesgo. En todo caso, percibí un largo camino a la criptomoneda para ‘cuajar’, y ni siquiera me interesó como experimento. Ahora, vayan a la cotización actual del bitcoin y miren a cuánto podría venderlo a día de hoy. A partir de esta línea, su salida del texto es recibida con cabezadas de asentimiento.

El bitcoin está de moda, indudablemente. Hagamos un pequeño resumen: el bitcoin es una criptomoneda o moneda virtual, no sometida a la regulación y control de ningún organismo (como bancos centrales), sino que desde su origen tiene limitado el número máximo de monedas a emitir. Estas pueden ver modificado su valor y pueden dividirse, creando ‘submonedas’ de menor tamaño. Ahora mismo, existen más de 8.000 criptomonedas en circulación, pero poco más del 6% por ciento de las mismas tienen un reconocimiento real. La única con sustento en los mercados es el bitcoin.

La idea propia de una criptomoneda quizás diga menos en un entorno monetario como el nuestro: moneda compartida por varios países, estable, con tipos de interés bajos y casi congelados. Pero en otros muchos países, la existencia de una moneda no sometida a bruscas variaciones (incluso devaluaciones decretadas) es un refugio interesante para evitar perder patrimonio por el ‘efecto moneda’.

El bitcoin, además, aporta un plus de confidencialidad (al que determinados países ya intentan destapar) puesto que los pagos son difícilmente rastreables. Esto le creó serios problemas en una época: han reconocido su uso para transferencias de capital relacionadas con terrorismo o tráfico de drogas (el reverso más oscuro de la no regulación). De hecho, están tratando de contener daños mediante la fijación de ciertos mecanismos de control pero que no desvirtúen la naturaleza de la criptomoneda.

El bitcoin está de moda, decíamos. No hay día que los medios no destaquen las novedades sobre su status: el rally de cotización, alcanzado valores impensables; la capitalización bursátil de la criptomoneda; o la posibilidad de negociar derivados (futuros) sobre activos en la moneda. ¡Hasta era noticia que en ciertas propiedades en Florida sólo se aceptaban el pago en bitcoins! No quieren dólares, euros, tarjetas. Bitcoin only.

Pero si se fijan, de los puntos antes destacados, sólo uno se refiere a los usos de una moneda, sea o no virtual. El resto nos hablan de un activo de inversión. Y si nos fijamos en el exponencial crecimiento de su valor en bolsa, diría que de movimientos especulativos.

Para todo aquel que esté pensando en una inversión así, deben hacerse una primera pregunta: ¿es el bitcoin una moneda o un activo de inversión? Porque si son lo segundo, enhorabuena a los que han ganado dinero en este subidón de cotización (¡ay!). Pero hablamos de algo cercano a la ruleta rusa, más ahora que tendrá incidencia de derivados en su cotización.

Si es una moneda, sólo hay una variable que puede otorgarle valor: la confianza. Si no hay confianza en el tráfico común como medio de pago, en ningún modo puede considerarse que tenga el valor que ahora el mercado parece darle. Tengan cuidado (si no piensan en comprar en Miami. Por ahora).

Fuente http://www.elperiodicoextremadura.com/noticias/opinion/no-quiero-tus-euros-si-bitcoin_1059465.html

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A finales de 2013, hace ya más de 4 años, me hallaba sentado en Costa del Este, Panamá, disfrutando de un estupendo ron venezolano, servido por un amigo compatriota (del ron, no mío) que me hizo la siguiente pregunta: «¿has invertido ya en bitcoin?». La respuesta no era sólo no, sino que los conocimientos que tenía de la criptomoneda sumaban poco más que la suma de clichés y artículos mal digeridos. Aquello despertó mi curiosidad, y, tras una pugilística ronda de preguntas y más preguntas y certeras respuestas, apurando la tarde (y el ron), aquello acabó con otra pregunta más: «¿por qué no compras algo, aunque sea mínimo?».

La idea era adquirir un wallet (una cartera virtual) que te daba derecho a unos 20 bitcoins. Para ello, había que desembolsar una cifra poco elevada (el precio oscilaba, pero creo recordar que estaba en unos 1.400 dólares). Pero es cierto que, como inversores, es mayor nuestro miedo a la pérdida que nuestra atracción a la ganancia. Lógica humana de medición del riesgo. En todo caso, percibí un largo camino a la criptomoneda para ‘cuajar’, y ni siquiera me interesó como experimento. Ahora, vayan a la cotización actual del bitcoin y miren a cuánto podría venderlo a día de hoy. A partir de esta línea, su salida del texto es recibida con cabezadas de asentimiento.

El bitcoin está de moda, indudablemente. Hagamos un pequeño resumen: el bitcoin es una criptomoneda o moneda virtual, no sometida a la regulación y control de ningún organismo (como bancos centrales), sino que desde su origen tiene limitado el número máximo de monedas a emitir. Estas pueden ver modificado su valor y pueden dividirse, creando ‘submonedas’ de menor tamaño. Ahora mismo, existen más de 8.000 criptomonedas en circulación, pero poco más del 6% por ciento de las mismas tienen un reconocimiento real. La única con sustento en los mercados es el bitcoin.

La idea propia de una criptomoneda quizás diga menos en un entorno monetario como el nuestro: moneda compartida por varios países, estable, con tipos de interés bajos y casi congelados. Pero en otros muchos países, la existencia de una moneda no sometida a bruscas variaciones (incluso devaluaciones decretadas) es un refugio interesante para evitar perder patrimonio por el ‘efecto moneda’.

El bitcoin, además, aporta un plus de confidencialidad (al que determinados países ya intentan destapar) puesto que los pagos son difícilmente rastreables. Esto le creó serios problemas en una época: han reconocido su uso para transferencias de capital relacionadas con terrorismo o tráfico de drogas (el reverso más oscuro de la no regulación). De hecho, están tratando de contener daños mediante la fijación de ciertos mecanismos de control pero que no desvirtúen la naturaleza de la criptomoneda.

El bitcoin está de moda, decíamos. No hay día que los medios no destaquen las novedades sobre su status: el rally de cotización, alcanzado valores impensables; la capitalización bursátil de la criptomoneda; o la posibilidad de negociar derivados (futuros) sobre activos en la moneda. ¡Hasta era noticia que en ciertas propiedades en Florida sólo se aceptaban el pago en bitcoins! No quieren dólares, euros, tarjetas. Bitcoin only.

Pero si se fijan, de los puntos antes destacados, sólo uno se refiere a los usos de una moneda, sea o no virtual. El resto nos hablan de un activo de inversión. Y si nos fijamos en el exponencial crecimiento de su valor en bolsa, diría que de movimientos especulativos.

Para todo aquel que esté pensando en una inversión así, deben hacerse una primera pregunta: ¿es el bitcoin una moneda o un activo de inversión? Porque si son lo segundo, enhorabuena a los que han ganado dinero en este subidón de cotización (¡ay!). Pero hablamos de algo cercano a la ruleta rusa, más ahora que tendrá incidencia de derivados en su cotización.

Si es una moneda, sólo hay una variable que puede otorgarle valor: la confianza. Si no hay confianza en el tráfico común como medio de pago, en ningún modo puede considerarse que tenga el valor que ahora el mercado parece darle. Tengan cuidado (si no piensan en comprar en Miami. Por ahora).

Fuente http://www.elperiodicoextremadura.com/noticias/opinion/no-quiero-tus-euros-si-bitcoin_1059465.html

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