Inicio Inmigración Alta demanda de asilo político de venezolanos llegados a Lugo

Alta demanda de asilo político de venezolanos llegados a Lugo

Jacqueline y Jorge. V. RODRÍGUEZ

Solo los tramitados en la Subdelegación del Gobierno triplican ya, en estos primeros siete meses del año, a los solicitados en todo 2016 ►La avalancha de ciudadanos, en condiciones precarias, moviliza a entidades como el Banco de Alimentos, que atiende a dieciséis familias

Sabela Corbelle 

Jacqueline Riera y Jorge Rojas llevan tres meses en Lugo y no echan de menos su país, Venezuela, del que lograron salir para echar el vuelo hacia una vida más libre y en la que encontraron cubiertas dos de las carencias más básica que hay actualmente en su país: alimentos y medicinas.

Esta madre y este hijo forman una de muchas familias venezolanas que están llegando a Lugo, especialmente en los últimos meses, tras los cambios políticos que se están dando en el régimen de Maduro de Venezuela y que están socavando, aún más, la economía y las libertades de este país.

El Banco de Alimentos fue una de las instituciones que primero percibió este flujo de inmigrantes venezolanos, muchos de ellos con ascendentes gallegos, que llegan para quedarse en Lugo al menos durante una temporada. De hecho, el banco cuenta ya, entre sus beneficiarios, a dieciséis familias oriundas de este país americano que, como primer recurso y antes de encontrar un trabajo, se dirigieron a esta institución para poder recibir ayuda en alimentos.

La presencia de estas familias venezolanas en el Banco de Alimentos se ve refrendada por las cifras. Durante este año, en la Subdelegación del Gobierno se triplicaron las peticiones de asilo político de venezolanos, 16, mientras que en todo 2016 solo se registraron 6. A estas 16 habría que sumarle, además, 44 presentadas a través de la Policía Nacional.

Amadora Núñez: «Llegan con mucho miedo, desesperados por la situación del país del que se marcharon»

Pero no solo eso. También aumentaron las solicitudes de permisos de residencia. De enero a agosto, fueron 48 las peticiones tramitadas en la Subdelegación del Gobierno, mientras que en todo 2016 sumaron 67. O sea, en solo 2017 se han registrado ya el 70 por ciento de las solicitudes de 2016. «Llegan con mucho miedo, desesperados por la situación del país del que se marcharon, pero no deben estar así porque venirse para Lugo, en muchos casos, es como venirse a su segunda casa ya que muchos son descendientes de gallegos», cuenta Amadora Núñez, portavoz del Banco de Alimentos. Jacqueline todavía recuerda, casi con lágrimas en los ojos, el primer día que se presentó en el Banco de Alimentos con sus 61 años y sus 35 kilos de peso. Pronto superó el trance. Como ella dice, esta antigua gerente de aerolíneas venezolanas y empleada de una galería de arte encontró en Lugo esa segunda patria donde recuperó su salud y una vida digna.

Jacqueline Riera: «Llegué a Lugo el 10 de mayo con 35 kilos y casi sin masa muscular y ya engordé 5»

«Me vine a Lugo, con mi hijo, el pasado 10 de mayo con 35 kilos de peso y casi sin masa muscular. En solo tres meses, engordé 5 kilos y todavía me faltan 6 para llegar a mi peso ideal. Allá, en Venezuela, es muy difícil comprar los alimentos más básicos como el arroz, el azúcar o el aceite. Si los hay, salen carísimos, inalcanzables para los salarios que pagan. Hay una hiperinflación tan brava, con una devaluación de la moneda tan grande, que no hay plata que alcance para comprar nada. Además, casi siempre tienes que hacer largas colas, de varias cuadras de manzanas, solo para adquirir pan. Hay gente que se pasa la noche haciendo cola. Con los medicamentos pasa otro tanto. Hace tres o cuatro años que no hay fármacos. Un enfermo de cáncer es un condenado a muerte porque no hay tratamiento para él. La gente se está muriendo porque apenas hay material sanitario en los hospitales», explica.

 Jorge Rojas: «Allá hay muchísima inseguridad: sales de casa y te matan o te secuestran»

Jacqueline y su hijo tienen la doble nacionalidad, venezolana y española, dado que el padre de ella era mallorquín y su abuelo, un republicano catalán que, en su época, huyó de la España franquista para asentarse al otro lado del océano. Hoy la historia se repite pero a la inversa con su nieta y su bisnieto. «Conocí, a través de las redes sociales, a una muchacha que me hablaba de Lugo como una ciudad española donde se vivía con mucha tranquilidad y mucho orden, sin tener que estar mirando constantemente para los lados, y nos decidimos a venir aquí, donde no conocíamos a nadie pero donde nos sentimos como en casa. Allá hay muchísima inseguridad: sales de casa y es raro que vuelvas, o te matan o te secuestran», cuenta Jorge.

La decisión de venirse no fue espontánea. «Lo pensábamos desde hace tiempo, especialmente viendo que Venezuela no tiene salida por ahora. Me veía tan flaca y veía tanta falta de perspectivas que no fue difícil decidirnos. Tengo 61 años y no es nada fácil dar este paso, pero peor que allá en ninguna parte se puede estar y la verdad es que no nos arrepentimos de lo que hicimos», dice Jacqueline.

Desde Venezuela y por internet, reservaron cuarto en una pensión lucense, donde se alojaron durante diez días hasta que encontraron un piso de alquiler. A partir de entonces, todas fueron puertas abiertas: «Nos trataron mejor que en casa en todas partes. De hecho, extrañamos a la familia que dejamos allí pero no a nuestro país. Aquí se vive mucho mejor».

«Nos venimos acá solo con dos maletas, pero vivimos relajados»

Ayudas sociales, seguridad y una burocracia rápida. Eso fue lo que se encontraron Jacqueline y Jorge tan pronto como pusieron pie en Lugo. «Dejamos allá una vida y nos venimos acá solo con dos maletas, pero vivimos relajados. Allá hay mucho estrés, la gente tiene comportamientos violentos. Te vuelves paranoico, te deprimes, estás a la defensiva. Te acostumbras a estudiar a las personas, a hacerte selectivo y repelente para sobrevivir y mantener tu cordura. Acá no es necesario nada de eso. Al contrario, solo recibimos cariño y los brazos abiertos de todos. Incluso nos llamaron la atención las ayudas sociales. Hay herramientas para poder estar tranquilo siempre y, además, se tramita todo muy rápido y con amabilidad. Allá estuvimos más de medio año esperando por el pasaporte y, al final, lo conseguimos pagándole al funcionario de turno. Ahora todavía falta que me validen los títulos», dice Jorge Rojas.

Fuente http://elprogreso.galiciae.com/noticia/741857/alta-demanda-de-asilo-politico-de-venezolanos-llegados-lugo

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Solo los tramitados en la Subdelegación del Gobierno triplican ya, en estos primeros siete meses del año, a los solicitados en todo 2016 ►La avalancha de ciudadanos, en condiciones precarias, moviliza a entidades como el Banco de Alimentos, que atiende a dieciséis familias

Sabela Corbelle 

Jacqueline Riera y Jorge Rojas llevan tres meses en Lugo y no echan de menos su país, Venezuela, del que lograron salir para echar el vuelo hacia una vida más libre y en la que encontraron cubiertas dos de las carencias más básica que hay actualmente en su país: alimentos y medicinas.

Esta madre y este hijo forman una de muchas familias venezolanas que están llegando a Lugo, especialmente en los últimos meses, tras los cambios políticos que se están dando en el régimen de Maduro de Venezuela y que están socavando, aún más, la economía y las libertades de este país.

El Banco de Alimentos fue una de las instituciones que primero percibió este flujo de inmigrantes venezolanos, muchos de ellos con ascendentes gallegos, que llegan para quedarse en Lugo al menos durante una temporada. De hecho, el banco cuenta ya, entre sus beneficiarios, a dieciséis familias oriundas de este país americano que, como primer recurso y antes de encontrar un trabajo, se dirigieron a esta institución para poder recibir ayuda en alimentos.

La presencia de estas familias venezolanas en el Banco de Alimentos se ve refrendada por las cifras. Durante este año, en la Subdelegación del Gobierno se triplicaron las peticiones de asilo político de venezolanos, 16, mientras que en todo 2016 solo se registraron 6. A estas 16 habría que sumarle, además, 44 presentadas a través de la Policía Nacional.

Amadora Núñez: «Llegan con mucho miedo, desesperados por la situación del país del que se marcharon»

Pero no solo eso. También aumentaron las solicitudes de permisos de residencia. De enero a agosto, fueron 48 las peticiones tramitadas en la Subdelegación del Gobierno, mientras que en todo 2016 sumaron 67. O sea, en solo 2017 se han registrado ya el 70 por ciento de las solicitudes de 2016. «Llegan con mucho miedo, desesperados por la situación del país del que se marcharon, pero no deben estar así porque venirse para Lugo, en muchos casos, es como venirse a su segunda casa ya que muchos son descendientes de gallegos», cuenta Amadora Núñez, portavoz del Banco de Alimentos. Jacqueline todavía recuerda, casi con lágrimas en los ojos, el primer día que se presentó en el Banco de Alimentos con sus 61 años y sus 35 kilos de peso. Pronto superó el trance. Como ella dice, esta antigua gerente de aerolíneas venezolanas y empleada de una galería de arte encontró en Lugo esa segunda patria donde recuperó su salud y una vida digna.

Jacqueline Riera: «Llegué a Lugo el 10 de mayo con 35 kilos y casi sin masa muscular y ya engordé 5»

«Me vine a Lugo, con mi hijo, el pasado 10 de mayo con 35 kilos de peso y casi sin masa muscular. En solo tres meses, engordé 5 kilos y todavía me faltan 6 para llegar a mi peso ideal. Allá, en Venezuela, es muy difícil comprar los alimentos más básicos como el arroz, el azúcar o el aceite. Si los hay, salen carísimos, inalcanzables para los salarios que pagan. Hay una hiperinflación tan brava, con una devaluación de la moneda tan grande, que no hay plata que alcance para comprar nada. Además, casi siempre tienes que hacer largas colas, de varias cuadras de manzanas, solo para adquirir pan. Hay gente que se pasa la noche haciendo cola. Con los medicamentos pasa otro tanto. Hace tres o cuatro años que no hay fármacos. Un enfermo de cáncer es un condenado a muerte porque no hay tratamiento para él. La gente se está muriendo porque apenas hay material sanitario en los hospitales», explica.

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Jacqueline y su hijo tienen la doble nacionalidad, venezolana y española, dado que el padre de ella era mallorquín y su abuelo, un republicano catalán que, en su época, huyó de la España franquista para asentarse al otro lado del océano. Hoy la historia se repite pero a la inversa con su nieta y su bisnieto. «Conocí, a través de las redes sociales, a una muchacha que me hablaba de Lugo como una ciudad española donde se vivía con mucha tranquilidad y mucho orden, sin tener que estar mirando constantemente para los lados, y nos decidimos a venir aquí, donde no conocíamos a nadie pero donde nos sentimos como en casa. Allá hay muchísima inseguridad: sales de casa y es raro que vuelvas, o te matan o te secuestran», cuenta Jorge.

La decisión de venirse no fue espontánea. «Lo pensábamos desde hace tiempo, especialmente viendo que Venezuela no tiene salida por ahora. Me veía tan flaca y veía tanta falta de perspectivas que no fue difícil decidirnos. Tengo 61 años y no es nada fácil dar este paso, pero peor que allá en ninguna parte se puede estar y la verdad es que no nos arrepentimos de lo que hicimos», dice Jacqueline.

Desde Venezuela y por internet, reservaron cuarto en una pensión lucense, donde se alojaron durante diez días hasta que encontraron un piso de alquiler. A partir de entonces, todas fueron puertas abiertas: «Nos trataron mejor que en casa en todas partes. De hecho, extrañamos a la familia que dejamos allí pero no a nuestro país. Aquí se vive mucho mejor».

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Ayudas sociales, seguridad y una burocracia rápida. Eso fue lo que se encontraron Jacqueline y Jorge tan pronto como pusieron pie en Lugo. «Dejamos allá una vida y nos venimos acá solo con dos maletas, pero vivimos relajados. Allá hay mucho estrés, la gente tiene comportamientos violentos. Te vuelves paranoico, te deprimes, estás a la defensiva. Te acostumbras a estudiar a las personas, a hacerte selectivo y repelente para sobrevivir y mantener tu cordura. Acá no es necesario nada de eso. Al contrario, solo recibimos cariño y los brazos abiertos de todos. Incluso nos llamaron la atención las ayudas sociales. Hay herramientas para poder estar tranquilo siempre y, además, se tramita todo muy rápido y con amabilidad. Allá estuvimos más de medio año esperando por el pasaporte y, al final, lo conseguimos pagándole al funcionario de turno. Ahora todavía falta que me validen los títulos», dice Jorge Rojas.

Fuente http://elprogreso.galiciae.com/noticia/741857/alta-demanda-de-asilo-politico-de-venezolanos-llegados-lugo

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