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Así esperan estas venezolanas el Día de la Mujer

El Día Internacional de la Mujer celebra cada 8 de marzo el trabajo arduo y constante de aquellas que sin pena y con la cabeza en alto, hacen grandes labores que se mantienen ocultas ante los ojos de la población, como lo hace Sonia Bravo, alias “La Negra”.

Rodeada de zapatos y entre el perfume de la pega, “La Negra” pone “como nuevos” los zapatos de más de 50 clientes fijos que desde hace 20 años visitan su local. A pesar de ser la dueña de su tiempo, el trabajo no para. La evidente resequedad de sus manos reflejan el esfuerzo del oficio al que se dedica después de dejar de vender desayunos y periódicos en el Casco Central para hacer lo que más le gusta, la artesanía. Como madre soltera durante “toda la vida”, de un varón, ejerce sus funciones de lunes a lunes, de 5 y 30 de la mañana a 6 de la tarde. Ni el día ni la noche le asustan, “hasta los muertos me temen”, dice al hablar de la inseguridad durante las horas laborales. La negra no sabía que este miércoles es su día, y aunque está dedicado a ella, “lo que recuerdo es que hay que trabajar. Todos los días son de trabajo”, expresó la mujer de 47 años.

Un caso similar es el de Sol Benavides. Veinte años más joven que “La Negra”, Benavides se crió entre el olor de gasolina y de las manchas de aceite para carro. Con 27 años y  madre de 5 hijos, esta joven bombera lleva la batuta del negocio de la familia, una bomba de servicio, dejando atrás sus estudios de paramédico. Después del divorcio de sus padres, Sol se quedó con su papá hasta el  último momento, acompañándolo durante los 14 años de batalla el cáncer mediastino, alojado entre el pulmón y el corazón, que le quito la vida hace más de un año. Ella y su hermana trabajan sin descanso y el 8 de marzo no es la excepción, “es un día común y corriente”, dice Sol al referirse al Día de la Mujer.

Más allá, en el Centro de la ciudad donde miles de historias convergen en silencio, trabaja con su carrito de Nestea, Hordallys Fernández, de 38 años. De 8 de la mañana a 6 de la tarde se encarga de ofrecer la refrescante bebida con limón a los acalorados marabinos que transitan en el Casco Central. Su vida la ha vivido entre esas calles, rodeada de la competencia y de quienes la conocen de tantos años. A punta de distintos jugos ha levantado sola a sus 5 hijos, el último de 4 años. “Ahorita hay que trabajar pa’ intentar hacer la comida del día.

A veces no se hace mucho y está medio flojo, pero para algo sirve. Ahora que el refresco aumentó la gente compra más té”, dijo Fernández, cuyo rostro denota las consecuencias de la exposición solar a la que ha estado sometida durante tantos años. “Honestamente, me entero de que el miércoles es día de la mujer por vos. Ese día me hubiera enterado por la prensa”, comenta entre risas, Hordallys.

Unas calles más abajo, se escucha “pasteles, pasteles, pasteles”. Es Brisel Araque de 32 años. Hace 4 meses su vida dio un vuelco de 180 grados. Su esposo, quien hacía trabajos de instalación de puntos de ventas, murió a manos del hampa cuando dos sujetos lo interceptaron en el frente de su casa para quitarle sus gomas de marca y la cartera. Con tres hijos y uno de 5 meses, se dispuso a salir del hogar para darles de comer en una jornada limitada, de 8 a 1 de la tarde, porque debe salir a buscar sus pequeños.

Araque hace entre 5 a 6 mil bolívares en medio día, “aguantando un poquito” hasta que su hijo menor esté más grande para poder trabajar como empleada en cualquier sitio. “Tengo que trabajar. El día que no lo haga mis hijos dejan de comer. A mí esto me da pena pero ajá. Desde noviembre hago esto y sólo tengo que aguantar un poquito más. El miércoles trabajo. Normal”, dijo la tímida viuda que a pesar de su desgracia, sonríe.

De Barranquilla, Colombia, es Gladys Terán, de 43 años. Vendiendo comida por encargo comenzó a hacerse de una amplia cartera de clientes fieles que llegan a su puesto frente al malecón. El delicioso olor del hervido que prepara lleva 25 años deleitando el olfato de quienes pasan por su negocio. Desde las 6 de la mañana “ya es de día” para ella, quien comienza su jornada para ofrecer su menú ejecutivo a la clientela. “Todos los días trabajo. Ahorita hay que trabajar todos los días”. Cuando habla sobre las tempranas horas en las que llega a su puestico: “Aquí ya me conocen. Y aunque me de miedo, igual hay que trabajar”.

El orden, la disciplina y el uniforme enamoraron desde siempre a Milady Córdoba, miliciana de un hospital de la ciudad.

Desde hace 5 años porta el uniforme militar que toda su vida soñó. Con 43 años y madre soltera de 4, Córdoba se siente superada y con ganas de seguir “echando pa’ lante” para subir los demás peldaños exigidos en el ámbito militar.

Después de estudiar en las misiones del gobierno y convertirse en miliciana, armar y desarmar fusiles son su pasión, así lo cuenta mientras un brillo de ilusión se denota en su mirada. Poder mantener su hogar haciendo lo que le gusta es una fortuna. Y aunque no labora en el hospital el Día de la Mujer, “el trabajo nunca para en el hogar”.

La mujer resteada de esta región conoce el trabajo duro. Para algunas el brillo más cercano son los reflejos del imponente sol de la ciudad, otras, las infinitas labores del hogar que se reproducen al instante en el que una tarea finaliza. No importa el campo: la casa, la calle, el mercado, el hospital o la oficina, la mujer es un ser aguerrido que no para, pero que al final del día y a pesar de las dificultades, muestra su mejor arma, la sonrisa.

Fotos: José López

Noryelín Faría 

Noticia al Díahttp://noticiaaldia.com/2017/03/asi-esperan-las-maracuchas-echadas-pa-lante-el-dia-de-la-mujer-con-valentia-forjan-su-destino/

 

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El Día Internacional de la Mujer celebra cada 8 de marzo el trabajo arduo y constante de aquellas que sin pena y con la cabeza en alto, hacen grandes labores que se mantienen ocultas ante los ojos de la población, como lo hace Sonia Bravo, alias “La Negra”.

Rodeada de zapatos y entre el perfume de la pega, “La Negra” pone “como nuevos” los zapatos de más de 50 clientes fijos que desde hace 20 años visitan su local. A pesar de ser la dueña de su tiempo, el trabajo no para. La evidente resequedad de sus manos reflejan el esfuerzo del oficio al que se dedica después de dejar de vender desayunos y periódicos en el Casco Central para hacer lo que más le gusta, la artesanía. Como madre soltera durante “toda la vida”, de un varón, ejerce sus funciones de lunes a lunes, de 5 y 30 de la mañana a 6 de la tarde. Ni el día ni la noche le asustan, “hasta los muertos me temen”, dice al hablar de la inseguridad durante las horas laborales. La negra no sabía que este miércoles es su día, y aunque está dedicado a ella, “lo que recuerdo es que hay que trabajar. Todos los días son de trabajo”, expresó la mujer de 47 años.

Un caso similar es el de Sol Benavides. Veinte años más joven que “La Negra”, Benavides se crió entre el olor de gasolina y de las manchas de aceite para carro. Con 27 años y  madre de 5 hijos, esta joven bombera lleva la batuta del negocio de la familia, una bomba de servicio, dejando atrás sus estudios de paramédico. Después del divorcio de sus padres, Sol se quedó con su papá hasta el  último momento, acompañándolo durante los 14 años de batalla el cáncer mediastino, alojado entre el pulmón y el corazón, que le quito la vida hace más de un año. Ella y su hermana trabajan sin descanso y el 8 de marzo no es la excepción, “es un día común y corriente”, dice Sol al referirse al Día de la Mujer.

Más allá, en el Centro de la ciudad donde miles de historias convergen en silencio, trabaja con su carrito de Nestea, Hordallys Fernández, de 38 años. De 8 de la mañana a 6 de la tarde se encarga de ofrecer la refrescante bebida con limón a los acalorados marabinos que transitan en el Casco Central. Su vida la ha vivido entre esas calles, rodeada de la competencia y de quienes la conocen de tantos años. A punta de distintos jugos ha levantado sola a sus 5 hijos, el último de 4 años. “Ahorita hay que trabajar pa’ intentar hacer la comida del día.

A veces no se hace mucho y está medio flojo, pero para algo sirve. Ahora que el refresco aumentó la gente compra más té”, dijo Fernández, cuyo rostro denota las consecuencias de la exposición solar a la que ha estado sometida durante tantos años. “Honestamente, me entero de que el miércoles es día de la mujer por vos. Ese día me hubiera enterado por la prensa”, comenta entre risas, Hordallys.

Unas calles más abajo, se escucha “pasteles, pasteles, pasteles”. Es Brisel Araque de 32 años. Hace 4 meses su vida dio un vuelco de 180 grados. Su esposo, quien hacía trabajos de instalación de puntos de ventas, murió a manos del hampa cuando dos sujetos lo interceptaron en el frente de su casa para quitarle sus gomas de marca y la cartera. Con tres hijos y uno de 5 meses, se dispuso a salir del hogar para darles de comer en una jornada limitada, de 8 a 1 de la tarde, porque debe salir a buscar sus pequeños.

Araque hace entre 5 a 6 mil bolívares en medio día, “aguantando un poquito” hasta que su hijo menor esté más grande para poder trabajar como empleada en cualquier sitio. “Tengo que trabajar. El día que no lo haga mis hijos dejan de comer. A mí esto me da pena pero ajá. Desde noviembre hago esto y sólo tengo que aguantar un poquito más. El miércoles trabajo. Normal”, dijo la tímida viuda que a pesar de su desgracia, sonríe.

De Barranquilla, Colombia, es Gladys Terán, de 43 años. Vendiendo comida por encargo comenzó a hacerse de una amplia cartera de clientes fieles que llegan a su puesto frente al malecón. El delicioso olor del hervido que prepara lleva 25 años deleitando el olfato de quienes pasan por su negocio. Desde las 6 de la mañana “ya es de día” para ella, quien comienza su jornada para ofrecer su menú ejecutivo a la clientela. “Todos los días trabajo. Ahorita hay que trabajar todos los días”. Cuando habla sobre las tempranas horas en las que llega a su puestico: “Aquí ya me conocen. Y aunque me de miedo, igual hay que trabajar”.

El orden, la disciplina y el uniforme enamoraron desde siempre a Milady Córdoba, miliciana de un hospital de la ciudad.

Desde hace 5 años porta el uniforme militar que toda su vida soñó. Con 43 años y madre soltera de 4, Córdoba se siente superada y con ganas de seguir “echando pa’ lante” para subir los demás peldaños exigidos en el ámbito militar.

Después de estudiar en las misiones del gobierno y convertirse en miliciana, armar y desarmar fusiles son su pasión, así lo cuenta mientras un brillo de ilusión se denota en su mirada. Poder mantener su hogar haciendo lo que le gusta es una fortuna. Y aunque no labora en el hospital el Día de la Mujer, “el trabajo nunca para en el hogar”.

La mujer resteada de esta región conoce el trabajo duro. Para algunas el brillo más cercano son los reflejos del imponente sol de la ciudad, otras, las infinitas labores del hogar que se reproducen al instante en el que una tarea finaliza. No importa el campo: la casa, la calle, el mercado, el hospital o la oficina, la mujer es un ser aguerrido que no para, pero que al final del día y a pesar de las dificultades, muestra su mejor arma, la sonrisa.

Fotos: José López

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