Andreína Montes
En vez de estar disfrutando de la prosperidad que destilan los petrodólares –como lo hacen nuestros colegas qatarí–, Venezuela atraviesa una crisis alimentaria sin precedentes en América Latina. Con reservas de crudo más vastas que las de Arabia Saudita, Venezuela es víctima de la administración más absurda e incongruente de los nuevos Estado-Nación.
Conocida por encabezar los rankings de violencia y asesinatos en el mundo, la imagen de Venezuela se desfigura por una inflación que supera el 1000% (2017). Sin embargo, la escasez y la falta de insumos ha superado incluso las ya devastadoras condiciones que atormentan a una población claramente desconcertada y traumatizada.
Un cóctel de catastróficas medidas reguladoras y unas arcas vacías son sólo algunas de las causas del desolador paisaje socio-económico que vislumbra una Venezuela que alcanza su máxima expresión de caos, violencia y desidia.
Decir que en Venezuela “la gasolina es más barata que el agua” ya resuena a argumento trillado que sólo sirve para ilustrar y entender por qué la economía de un país que literalmente regala al mundo su recurso más preciado no puede ser sino un desastre.
La causas que empujaron a Venezuela a convertirse en campeón de los estómagos vacíos
El hambre golpeó a Venezuela de manera inesperada. No se anunció ninguna guerra civil, ni sequías, ni inundaciones, pero ya en 2014 la clase baja y media venezolana estaba sintiendo los estragos del hambre.La hambruna en Venezuela es el inevitable fin de una historia de mala gestión que llevó al país a una galopante inflación, a un creciente déficit fiscal y a una inaguantable escasez.
Las raíces de ésta crisis se encuentran en los fallidos esfuerzos de Chávez por reestructurar la economía nacional. Comenzando en 2001, cuando el gobierno nacionalizó las productoras más importantes de crudo, hidrocarbonos y alimentos al tiempo en que inversores nacionales y extranjeros relocalizaban fugazmente su capital en países más estables.
Para tomar control sobre la fuga de capital, el gobierno intervino la moneda fijando un control de cambio en Marzo de 2003. Dado a que el comité de control de cambio (Cadivi) no estaba en capacidad de suministrar la cantidad necesaria de dólares para satisfacer las importaciones, el mercado negro no tardó en brotar, acrecentando exponencialmente el precio del dólar o, en su defecto, del euro.
A pesar de las intervenciones económicas de comienzos de siglo, Venezuela todavía se beneficiaba de su condición de exportador de crudo hasta que, en 2008, el precio del barril cayó dramáticamente de $140 a $40 –menos de la mitad de su valor–, convirtiendo la situación económica en insostenible.