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Proyecto cumbre: Venezolanos en las alturas del mundo

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Por: Marco Cayuso

Hace 15 años, el 23 de Mayo de 2001, la noticia del primer ascenso venezolano a la cima más alta del mundo, el Everest, se extendió a través de los medios de comunicación de nuestro país; y constituyó motivo de celebración para todos los que la escucharon, fueran o no aficionados al montañismo y a los deportes en general.  El nombre de Proyecto Cumbre se hizo conocido en toda la nación,  y los venezolanos tuvieron un motivo para sentirse orgullosos de sus logros.

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Sin embargo pocos se imaginaban el largo camino que habíamos seguido para afrontar un reto como el del Everest. Tampoco muchos imaginaron que 15 años después seguiríamos activos, llevando el nombre de Venezuela a las mayores alturas y a los rincones más remotos del mundo.

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Somos una agrupación de montañistas que hemos tenido el privilegio de poder escalar cumbres en muchas cordilleras del mundo, y recorrer diversos escenarios naturales del planeta.  Nuestros orígenes como grupo se remontan a hace más de 30 años, cuando estando todavía en épocas colegiales y aun sin conocernos entre nosotros, los cerros de El Ávila en Caracas fueron el escenario de nuestros primeros pasos como excursionistas. Al recorrer esos senderos, y sentir la emoción y el vértigo del vacío de las primeras escaladas de roca en las paredes de La Guairita y de los Morros de San Juan, surgió la inquietud de llegar cada vez más alto, y pronto quedamos marcados con una pasión que se mantiene hasta el presente.

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En Los Andes merideños tuvimos el primer contacto con la nieve y el hielo, y allí nos embrujó el espíritu de la altura.  El Pico Bolívar pasó a ocupar un sitial privilegiado entre las metas cumplidas, y en cada asueto de Carnaval o Semana Santa nos dedicamos a conocer los maravillosos páramos andinos.

Con cada logro se afianzaba nuestra confianza, y así nos atrevimos a dar el paso de buscar mayores alturas.  Los Andes de Sudamérica eran la opción más lógica, y de pronto nos vimos envueltos en los preparativos de nuestras primeras expediciones fuera del país. Ecuador, Colombia, Perú y Bolivia ocuparon nuestros sueños para las vacaciones en la universidad.  Con estos viajes fuimos descubriendo que no sólo nos gustaba escalar, sino que nos enriquecíamos profundamente al conocer otras culturas.  La montaña no era solamente un relieve geológico para subir, sino también un infinito conjunto de pueblos y seres humanos de los cuales aprender. Y en lo deportivo, la barrera de los seis mil metros de altura fue superada en repetidas ocasiones, hasta incluso rozar los siete mil metros en el Aconcagua, cumbre más alta de América.

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Mientras tanto habíamos seguido explorando nuestro país, recorriendo lugares únicos en el mundo como los Tepuys de La Gran Sabana. Para ese momento ya todos nos habíamos conocido, pues las montañas nos habían unido, e incluso algunos salimos en conjunto a varias de las expediciones andinas.  Luego de tantas vivencias exitosas en Suramérica, el deseo de afrontar nuevos retos nos empujaba a seguir creyendo en nuestros sueños.

A comienzos de los años noventa partieron las primeras expediciones venezolanas hacia las lejanas tierras de Asia, donde se encuentran las cordilleras más altas del mundo.  Particularmente 1991 fue de gran trascendencia para el montañismo venezolano, cuando diversos escaladores hicieron ondear la bandera en alturas que tan sólo unos años atrás hubiésemos creído inalcanzables.  Estas expediciones fueron el germen de lo que sería nuestro grupo, pues cada vez nuestros caminos nos acercaban más.  El Pamir, en la entonces república soviética de Tadjikistán, fue el escenario del primer ascenso venezolano a un siete mil, el Korzhenevskaya. Ese mismo año se escaló también otro siete mil en Nepal, el Pumori, primera cima nacional de envergadura en el Himalaya.  Y en 1993 continuaron los éxitos venezolanos en las montañas de Asia, con el ascenso a la cumbre sagrada de los Sherpas, el Ama Dablam.

Los ochomiles

En estos viajes tuvimos contacto con los gigantes de la Tierra, las catorce montañas que sobrepasan los ochomil metros de altura; y lo que alguna vez fueron sólo sueños de muchachos, pasó a ser una realidad posible y cercana.  Los ochomiles estaban ahí, y nos sentimos listos para asumir el desafío. Sin embargo plantearse una expedición de esta envergadura conllevaba una logística y unos recursos tan grandes, que se requería el apoyo de empresas e instituciones patrocinantes, a menos que uno fuera millonario o contara con los favores de algún mecenas excéntrico, lo cual no era nuestro caso.  En la búsqueda de los patrocinios se hizo evidente que necesitábamos ser una entidad formal, bien constituida y confiable, y así nació Proyecto Cumbre.  Todos nos conocíamos desde años atrás, y el objetivo común nos llevó a unirnos bajo un mismo grupo.

Con tropiezos y dificultades, especialmente en el ambiente de crisis que ya se respiraba en el país para ese momento, nuestra apuesta por lo positivo fue bien acogida, y así 1997 marcó el año de la primera expedición venezolana a un ochomil, el Dhaulagiri, de 8.167 mts.  Desde el comienzo nuestro reto fue hacerlo todo nosotros mismos.  No queríamos guías, ni personas que nos resolvieran los problemas.  Buscábamos toda la información posible, y nos asesorábamos lo mejor que podíamos, pero el reto era organizar por nuestra cuenta la logística y la forma de intentar la escalada.  Todas nuestras expediciones han sido desarrolladas bajo esa óptica, y creemos que ese es uno de nuestros mayores méritos.

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Sin embargo nada nos aseguraba que el camino iba a ser fácil.  En el Dhaulagiri nuestras ilusiones se estrellaron con condiciones climáticas excepcionalmente malas, además de algunos errores de planificación y planteamiento, y así nuestro primer intento a un ochomil se quedó justamente en eso: un intento.  Las tormentas nos impidieron llegar a la cumbre, y regresamos con la incógnita de si volveríamos a conseguir que los patrocinantes creyeran en nosotros. Afortunadamente muchos sí lo hicieron, y con lo que habíamos aprendido en esa experiencia, nuestros proyectos para el siguiente año 1998 se vieron recompensados con la cumbre.  En Junio logramos el ascenso al Denali (Mt. McKinley), en Alaska, apodada la montaña más fría del mundo: y en Octubre cumplimos nuestro gran sueño de los ochomil metros, con el ShishaPangma Central, en el Himalaya de Tíbet.

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En los siguientes años nos fuimos afianzando como montañistas y como equipo, y las expediciones se fueron sucediendo una tras otra, la mayoría con importantes logros, y todas constituyendo experiencias maravillosas. En 1999 completamos el ascenso en esquíes de una montaña de más de siete mil metros, el Muztagh Ata, en la región china de Xinjiang.  En 2000 volvimos a los ochomil metros, con cumbre en el Gasherbrum II, de 8.035 mts, además de varios intentos en el Gasherbrum I, ambos en la cordillera Karakorum de Pakistán. Y en Mayo de 2001 logramos alcanzar la mayor altura del planeta, el Everest, de 8.848 mts, a través de su vertiente norte, en el Tíbet.

Para ese momento algunos pensarían que ya no seguiríamos escalando; sin embargo para nosotros el Everest fue un peldaño más, por supuesto muy importante y significativo por ser la mayor altura del planeta, pero en todo caso no la meta final, pues el montañismo es una pasión de vida. Disfrutamos haciendo esto, y tanto en montañas grandes como en excursiones de un día seguimos sintiendo la magia de las cumbres.

La montaña es tan importante para nosotros, que hemos organizado nuestra vida de tal forma que podamos desarrollar la actividad deportiva a alto nivel. Y esto no es fácil, sobre todo cuando hay que compaginarlo con la vida cotidiana, el trabajo, la familia, etc. Quizás algunos piensen que vivimos de esto, pero no es así, pues los patrocinios sólo cubren los gastos de las expediciones. Cada uno de nosotros trabaja en diversas profesiones, y la clave ha sido buscar opciones en las cuales pudiéramos disponer de tiempo suficiente y no dependiente de cronogramas laborales rígidos, lo cual generalmente se logró formando nuestras propias empresas. Por ejemplo uno del grupo tiene un campamento que ofrece actividades de formación en la naturaleza para niños y jóvenes. Otro se dedica a desarrollar proyectos de diseño por computadora, páginas web, etc. En lo personal trabajo organizando viajes de turismo de aventura y dictando conferencias motivacionales para empresas. Y así sucesivamente, cada quien ha buscado la fórmula que le permita ganarse el sustento y seguir haciendo montañismo.

Después del Everest

En 2004 cambiamos los rigores de la altitud por los del ártico, realizando la primera expedición venezolana al Polo Norte; y para 2006 “nos graduamos” en los temas polares, al recorrer los mil doscientos kilómetros de distancia entre la costa de la Antártida y el punto más austral del planeta, el Polo Sur. Paralelamente completamos el proyecto de “Las Siete Cumbres”, que consiste en escalar la montaña más alta de cada continente, al ascender las montañas que nos faltaban (tras haber escalado en años anteriores el Aconcagua, el Denali (McKinley) y el Everest). En 2001 se hizo el Kilimanjaro, en 2002 el Elbrus y el Vinson, y en 2007la Pirámide de Carstensz.

Ya desde 2004, con la expedición al Polo Norte, comenzamos a tratar de enfocar nuestros objetivos hacia retos nuevos o poco repetidos por algún ser humano, lejos de las numerosas concentraciones de montañistas intentando ascender cumbres masificadas… En ese camino, durante 2008 logramos completar la posiblemente primera travesía latinoamericana del casquete de hielo de Groenlandia, desde la costa Este a la Oeste.  También hicimos en 2010 un intento fallido de ascenso al Gurla Mandata, en el Himalaya de Tíbet, una montaña de poco menos de ocho mil metros pero que registra muy pocos ascensos y es rara vez visitada.  Y en 2012 fuimos a la Cordillera Watkins, en Groenlandia, donde además de ascender la cumbre más alta de la isla (el GunnbjornFjeld), alcanzamos un gran éxito al conseguir explorar y escalar cinco cumbres vírgenes, de alturas cercanas a los tres mil metros, que constituyeron primeros ascensos mundiales a esas cimas.

Manteniendo ese espíritu de apuntar hacia territorios remotos y poco frecuentados, para 2013 nos planteamos el ascenso al Mt. Logan, en Canadá, completando la escalada casi totalmente sobre esquíes, y consiguiendo así el primer ascenso venezolano a esta prestigiosa cumbre, además de posiblemente uno de los primeros dentro del ámbito del montañismo latinoamericano.  En los próximos años continuaremos realizando expediciones a recónditos lugares del planeta, buscando nuevos éxitos en nuestro camino de poner el nombre de Venezuela muy en alto. Además continuaremos nuestra labor de divulgación con la producción de documentales, publicación de libros y calendarios, y realización de charlas motivacionales en diversos ámbitos de la sociedad.

En estos momentos difíciles para Venezuela, donde el futuro es incierto y los retos a veces parecen imposibles de superar, es bueno recordar historias como la de Proyecto Cumbre, que demuestran que con perseverancia y compromiso podemos alcanzar las metas que nos proponemos. Nunca es fácil, y muchas veces el éxito requiere de un largo camino lleno de obstáculos y dificultades, pero poniéndole pasión y amor a lo que hacemos esos sueños terminan haciéndose realidad. Con nuestro ejemplo esperamos servir como fuente de  inspiración, y extender un claro mensaje de optimismo y motivación, para que cada quien alcance su propio Everest…

Por Marco Cayuso

Integrante de Proyecto Cumbre

Madrid, España.

Email:  marco.cayuso@gmail.com

 

 

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Proyecto cumbre: Venezolanos en las alturas del mundo

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Por: Marco Cayuso

Hace 15 años, el 23 de Mayo de 2001, la noticia del primer ascenso venezolano a la cima más alta del mundo, el Everest, se extendió a través de los medios de comunicación de nuestro país; y constituyó motivo de celebración para todos los que la escucharon, fueran o no aficionados al montañismo y a los deportes en general.  El nombre de Proyecto Cumbre se hizo conocido en toda la nación,  y los venezolanos tuvieron un motivo para sentirse orgullosos de sus logros.

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Sin embargo pocos se imaginaban el largo camino que habíamos seguido para afrontar un reto como el del Everest. Tampoco muchos imaginaron que 15 años después seguiríamos activos, llevando el nombre de Venezuela a las mayores alturas y a los rincones más remotos del mundo.

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Somos una agrupación de montañistas que hemos tenido el privilegio de poder escalar cumbres en muchas cordilleras del mundo, y recorrer diversos escenarios naturales del planeta.  Nuestros orígenes como grupo se remontan a hace más de 30 años, cuando estando todavía en épocas colegiales y aun sin conocernos entre nosotros, los cerros de El Ávila en Caracas fueron el escenario de nuestros primeros pasos como excursionistas. Al recorrer esos senderos, y sentir la emoción y el vértigo del vacío de las primeras escaladas de roca en las paredes de La Guairita y de los Morros de San Juan, surgió la inquietud de llegar cada vez más alto, y pronto quedamos marcados con una pasión que se mantiene hasta el presente.

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En Los Andes merideños tuvimos el primer contacto con la nieve y el hielo, y allí nos embrujó el espíritu de la altura.  El Pico Bolívar pasó a ocupar un sitial privilegiado entre las metas cumplidas, y en cada asueto de Carnaval o Semana Santa nos dedicamos a conocer los maravillosos páramos andinos.

Con cada logro se afianzaba nuestra confianza, y así nos atrevimos a dar el paso de buscar mayores alturas.  Los Andes de Sudamérica eran la opción más lógica, y de pronto nos vimos envueltos en los preparativos de nuestras primeras expediciones fuera del país. Ecuador, Colombia, Perú y Bolivia ocuparon nuestros sueños para las vacaciones en la universidad.  Con estos viajes fuimos descubriendo que no sólo nos gustaba escalar, sino que nos enriquecíamos profundamente al conocer otras culturas.  La montaña no era solamente un relieve geológico para subir, sino también un infinito conjunto de pueblos y seres humanos de los cuales aprender. Y en lo deportivo, la barrera de los seis mil metros de altura fue superada en repetidas ocasiones, hasta incluso rozar los siete mil metros en el Aconcagua, cumbre más alta de América.

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Mientras tanto habíamos seguido explorando nuestro país, recorriendo lugares únicos en el mundo como los Tepuys de La Gran Sabana. Para ese momento ya todos nos habíamos conocido, pues las montañas nos habían unido, e incluso algunos salimos en conjunto a varias de las expediciones andinas.  Luego de tantas vivencias exitosas en Suramérica, el deseo de afrontar nuevos retos nos empujaba a seguir creyendo en nuestros sueños.

A comienzos de los años noventa partieron las primeras expediciones venezolanas hacia las lejanas tierras de Asia, donde se encuentran las cordilleras más altas del mundo.  Particularmente 1991 fue de gran trascendencia para el montañismo venezolano, cuando diversos escaladores hicieron ondear la bandera en alturas que tan sólo unos años atrás hubiésemos creído inalcanzables.  Estas expediciones fueron el germen de lo que sería nuestro grupo, pues cada vez nuestros caminos nos acercaban más.  El Pamir, en la entonces república soviética de Tadjikistán, fue el escenario del primer ascenso venezolano a un siete mil, el Korzhenevskaya. Ese mismo año se escaló también otro siete mil en Nepal, el Pumori, primera cima nacional de envergadura en el Himalaya.  Y en 1993 continuaron los éxitos venezolanos en las montañas de Asia, con el ascenso a la cumbre sagrada de los Sherpas, el Ama Dablam.

Los ochomiles

En estos viajes tuvimos contacto con los gigantes de la Tierra, las catorce montañas que sobrepasan los ochomil metros de altura; y lo que alguna vez fueron sólo sueños de muchachos, pasó a ser una realidad posible y cercana.  Los ochomiles estaban ahí, y nos sentimos listos para asumir el desafío. Sin embargo plantearse una expedición de esta envergadura conllevaba una logística y unos recursos tan grandes, que se requería el apoyo de empresas e instituciones patrocinantes, a menos que uno fuera millonario o contara con los favores de algún mecenas excéntrico, lo cual no era nuestro caso.  En la búsqueda de los patrocinios se hizo evidente que necesitábamos ser una entidad formal, bien constituida y confiable, y así nació Proyecto Cumbre.  Todos nos conocíamos desde años atrás, y el objetivo común nos llevó a unirnos bajo un mismo grupo.

Con tropiezos y dificultades, especialmente en el ambiente de crisis que ya se respiraba en el país para ese momento, nuestra apuesta por lo positivo fue bien acogida, y así 1997 marcó el año de la primera expedición venezolana a un ochomil, el Dhaulagiri, de 8.167 mts.  Desde el comienzo nuestro reto fue hacerlo todo nosotros mismos.  No queríamos guías, ni personas que nos resolvieran los problemas.  Buscábamos toda la información posible, y nos asesorábamos lo mejor que podíamos, pero el reto era organizar por nuestra cuenta la logística y la forma de intentar la escalada.  Todas nuestras expediciones han sido desarrolladas bajo esa óptica, y creemos que ese es uno de nuestros mayores méritos.

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Sin embargo nada nos aseguraba que el camino iba a ser fácil.  En el Dhaulagiri nuestras ilusiones se estrellaron con condiciones climáticas excepcionalmente malas, además de algunos errores de planificación y planteamiento, y así nuestro primer intento a un ochomil se quedó justamente en eso: un intento.  Las tormentas nos impidieron llegar a la cumbre, y regresamos con la incógnita de si volveríamos a conseguir que los patrocinantes creyeran en nosotros. Afortunadamente muchos sí lo hicieron, y con lo que habíamos aprendido en esa experiencia, nuestros proyectos para el siguiente año 1998 se vieron recompensados con la cumbre.  En Junio logramos el ascenso al Denali (Mt. McKinley), en Alaska, apodada la montaña más fría del mundo: y en Octubre cumplimos nuestro gran sueño de los ochomil metros, con el ShishaPangma Central, en el Himalaya de Tíbet.

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En los siguientes años nos fuimos afianzando como montañistas y como equipo, y las expediciones se fueron sucediendo una tras otra, la mayoría con importantes logros, y todas constituyendo experiencias maravillosas. En 1999 completamos el ascenso en esquíes de una montaña de más de siete mil metros, el Muztagh Ata, en la región china de Xinjiang.  En 2000 volvimos a los ochomil metros, con cumbre en el Gasherbrum II, de 8.035 mts, además de varios intentos en el Gasherbrum I, ambos en la cordillera Karakorum de Pakistán. Y en Mayo de 2001 logramos alcanzar la mayor altura del planeta, el Everest, de 8.848 mts, a través de su vertiente norte, en el Tíbet.

Para ese momento algunos pensarían que ya no seguiríamos escalando; sin embargo para nosotros el Everest fue un peldaño más, por supuesto muy importante y significativo por ser la mayor altura del planeta, pero en todo caso no la meta final, pues el montañismo es una pasión de vida. Disfrutamos haciendo esto, y tanto en montañas grandes como en excursiones de un día seguimos sintiendo la magia de las cumbres.

La montaña es tan importante para nosotros, que hemos organizado nuestra vida de tal forma que podamos desarrollar la actividad deportiva a alto nivel. Y esto no es fácil, sobre todo cuando hay que compaginarlo con la vida cotidiana, el trabajo, la familia, etc. Quizás algunos piensen que vivimos de esto, pero no es así, pues los patrocinios sólo cubren los gastos de las expediciones. Cada uno de nosotros trabaja en diversas profesiones, y la clave ha sido buscar opciones en las cuales pudiéramos disponer de tiempo suficiente y no dependiente de cronogramas laborales rígidos, lo cual generalmente se logró formando nuestras propias empresas. Por ejemplo uno del grupo tiene un campamento que ofrece actividades de formación en la naturaleza para niños y jóvenes. Otro se dedica a desarrollar proyectos de diseño por computadora, páginas web, etc. En lo personal trabajo organizando viajes de turismo de aventura y dictando conferencias motivacionales para empresas. Y así sucesivamente, cada quien ha buscado la fórmula que le permita ganarse el sustento y seguir haciendo montañismo.

Después del Everest

En 2004 cambiamos los rigores de la altitud por los del ártico, realizando la primera expedición venezolana al Polo Norte; y para 2006 “nos graduamos” en los temas polares, al recorrer los mil doscientos kilómetros de distancia entre la costa de la Antártida y el punto más austral del planeta, el Polo Sur. Paralelamente completamos el proyecto de “Las Siete Cumbres”, que consiste en escalar la montaña más alta de cada continente, al ascender las montañas que nos faltaban (tras haber escalado en años anteriores el Aconcagua, el Denali (McKinley) y el Everest). En 2001 se hizo el Kilimanjaro, en 2002 el Elbrus y el Vinson, y en 2007la Pirámide de Carstensz.

Ya desde 2004, con la expedición al Polo Norte, comenzamos a tratar de enfocar nuestros objetivos hacia retos nuevos o poco repetidos por algún ser humano, lejos de las numerosas concentraciones de montañistas intentando ascender cumbres masificadas… En ese camino, durante 2008 logramos completar la posiblemente primera travesía latinoamericana del casquete de hielo de Groenlandia, desde la costa Este a la Oeste.  También hicimos en 2010 un intento fallido de ascenso al Gurla Mandata, en el Himalaya de Tíbet, una montaña de poco menos de ocho mil metros pero que registra muy pocos ascensos y es rara vez visitada.  Y en 2012 fuimos a la Cordillera Watkins, en Groenlandia, donde además de ascender la cumbre más alta de la isla (el GunnbjornFjeld), alcanzamos un gran éxito al conseguir explorar y escalar cinco cumbres vírgenes, de alturas cercanas a los tres mil metros, que constituyeron primeros ascensos mundiales a esas cimas.

Manteniendo ese espíritu de apuntar hacia territorios remotos y poco frecuentados, para 2013 nos planteamos el ascenso al Mt. Logan, en Canadá, completando la escalada casi totalmente sobre esquíes, y consiguiendo así el primer ascenso venezolano a esta prestigiosa cumbre, además de posiblemente uno de los primeros dentro del ámbito del montañismo latinoamericano.  En los próximos años continuaremos realizando expediciones a recónditos lugares del planeta, buscando nuevos éxitos en nuestro camino de poner el nombre de Venezuela muy en alto. Además continuaremos nuestra labor de divulgación con la producción de documentales, publicación de libros y calendarios, y realización de charlas motivacionales en diversos ámbitos de la sociedad.

En estos momentos difíciles para Venezuela, donde el futuro es incierto y los retos a veces parecen imposibles de superar, es bueno recordar historias como la de Proyecto Cumbre, que demuestran que con perseverancia y compromiso podemos alcanzar las metas que nos proponemos. Nunca es fácil, y muchas veces el éxito requiere de un largo camino lleno de obstáculos y dificultades, pero poniéndole pasión y amor a lo que hacemos esos sueños terminan haciéndose realidad. Con nuestro ejemplo esperamos servir como fuente de  inspiración, y extender un claro mensaje de optimismo y motivación, para que cada quien alcance su propio Everest…

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Email:  marco.cayuso@gmail.com

 

 

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