El viaje del secretario del Vaticano para las relaciones con los Estados, Paul Richard Gallagher, a Caracas –confirmado por el secretario de Estado de la Santa Sede, Pietro Parolin, y pautado para el 24 de mayo– ha avivado la impresión de que el Vaticano se prepara para mediar entre el Gobierno venezolano y sus opositores, cuyo encarnizado enfrentamiento mantiene al país sumido en una severacrisis, no solamente institucional. Oficialmente, Gallagher volará a Venezuela para atender asuntos relacionados con la jerarquía católica, pero se da por sentado que también se reunirá con varios actores políticos locales.
Aunque todavía no está contemplado un encuentro de Gallagher con el presidente Nicolás Maduro, la posibilidad está abierta. Después de todo, fue el propio mandatario quien invitó al cardenal Parolin a participar como “testigo de buena fe” en las conversaciones que el oficialismo y la oposición sostuvieron en 2014, con las prolongadas protestas antigubernamentales de ese año como telón de fondo. Y el pasado 31 de marzo, en el Parlamento venezolano, chavistas y antichavistas –poco dados a sellar acuerdos– aprobaron unánimemente una declaración que celebraba un mensaje de Pascua del papa Francisco que los llamaba a dialogar.
El 18 de abril, durante una visita que le hizo el vicepresidente venezolano, Aristóbulo Istúriz, monseñor Aldo Giordano, nuncio apostólico en Caracas y otrora Observador Permanente de la Santa Sede para el Consejo de Europa en Estrasburgo, habló abiertamente sobre la intención del Vaticano de contribuir en forma activa a fomentar “la paz” en el país caribeño. Y el 2 de mayo, el portavoz del pontífice, Federico Lombardi, reveló que el argentino Jorge Mario Bergoglio le había enviado una carta a Maduro. El contenido de la misma no se ha hecho público, pero ese gesto deja entrever hasta qué punto Venezuela está en la mira de Roma.
El Vaticano, “agente diáfano”
Cabe preguntarse, sin embargo, qué pueden lograr los buenos oficios vaticanos que no hayan conseguido los pronunciamientos de la Organización de Estados Americanos (OEA) o las intervenciones de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR). El prelado Bernd Klaschka, director ejecutivo de la Acción Episcopal de los Católicos Alemanes para América Latina (ADVENIAT), apunta a que mientras el Vaticano goza de la confianza de las partes en discordia, la OEA y la UNASUR son vistas con recelo por el oficialismo y la oposición, respectivamente. “El Vaticano es un agente diáfano, sin segundas intenciones ni agendas ideológicas”, dice.
“El interés del Vaticano no es otro que colaborar para que los venezolanos puedan vivir en paz y está en condiciones de actuar como un intermediario honesto”, acota Klaschka. Al respecto observa Víctor Mijares, profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad Simón Bolívar de Caracas: “Es bueno recordar que el Vaticano es un Estado; no una república como Venezuela o Alemania, pero es un Estado. El hecho de que a su vez sea la sede principal de una de las Iglesias más extendidas hace que el Vaticano tenga intereses corporativos y políticos, por un lado, y simbólico-religiosos, por otro”.
Señalando que América Latina cuenta con la mayor densidad de población católica del mundo y que el catolicismo es la confesión predominante en Venezuela, pese a su competencia con diversos grupos evangélicos, Mijares alega que no sería de extrañar que el Vaticano ya estuviera injiriendo en la cuestión venezolana. “Bergoglio viene desarrollando una diplomacia muy asertiva y bien calibrada; él propició en secreto el acercamiento entre Estados Unidos y Cuba. Es plausible que el Vaticano esté obrando –en distintos niveles y desde hace tiempo– para estimular el diálogo político en Venezuela”, explica el politólogo.
Fuente: Made for minds
http://Venezuela y los buenos oficios vaticanos