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Volver a casa después de vivir en otro país no es tan fácil como parece

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Volver a casa para quedarse después de una temporada expatriado es sentirse pletórico, creer que no hay nada imposible, llenar de aire los pulmones, relajado, sin dificultad para respirar. Es alegría, energía, un subidón constante. Son abrazos a destajo, fiestas continuadas de bienvenida y una placidez que atonta. Normalmente, cuanto mayor haya sido el tiempo fuera y la distancia, mayores serán estas sensaciones.

Igual que mayor será el golpe de realidad sorprenda a un expatriado retornado. Los expertos lo llaman Choque Cultural Inverso. “Creo que no hay realmente una manera de describir este sentimiento a quienes no lo han vivido. Es como una caída libre, como flotar sin rumbo en unas aguas tranquilas. Te sientes fuera de lugar”, explica Corey Heller, en su artículo Returning Home After Living Abroad (Volver a casa tras haber vivido en el extranjero), publicado en Multilingual Living.

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Comienza cuando compruebas (en tus carnes, que dirían nuestras abuelas) que la vida ha seguido mientras tú no estabas. Era obvio, por supuesto. Sin embargo, hasta ahora, no te afectaba. No vivías el cambio de costumbres y rutinas, el cierre de los bares de siempre o la aparición de palabras como boda, hipoteca o bebé en el vocabulario de tus amigos. Y tú, que aparentemente estabas en casa, donde todo iba a ser fácil e ir rodado, te encuentras con que, desaparecida la euforia inicial, tienes que comenzar el proceso de readaptación a una vida, que creías la de siempre, pero que resulta ser todavía más nueva que la que acabas de dejar atrás.

Y lo mismo: cuanto mayor haya sido el tiempo fuera y la distancia, mayor será la tarea de reconstrucción y el riesgo de no sentirte nunca como en casa. “Si te quedas mucho tiempo [en tu país de acogida], nunca puedes volver a casa. Te vuelves un extranjero permanente, nunca lo suficientemente local y nunca satisfecho en casa”, explica el artículo ¿Hogar Dulce Hogar? Gestionando el Choque Cultural Inverso, publicado en la revista Forbes.

Así que, ahí estás tú, intentando entender cómo es posible que la sensación de que todo sigue igual conviva con la realidad de que todo ha cambiado, incluido tú. “Vivir en otro país te cambia para siempre. Nunca serás el mismo y nunca verás las cosas de la misma manera”, analiza Heller.

Tempus fugit para todos, y los cambios que implica el paso del tiempo, tú los aprecias más en los que se quedaron y ellos en ti, que te marchaste. De hecho, muchas veces esperarán que te comportes como siempre habías hecho. En este sentido, la University Studies Abroad Consortium, de la Universidad de Nevada, recomienda “intentar ajustarse a la vida en el lugar de origen sin perder las ideas y valores que te formaron mientras estuviste fuera, y resistir a la tentación de volver a tu antiguo yo para satisfacer las expectativas de los demás”.

Entre tanto desconcierto, búsqueda de sitio y más bajones anímicos de los que te esperabas, un día te descubres pensando con nostalgia en esa ciudad de acogida de la que antes tanto querías salir. Echando de menos a la que fue tu casa en los últimos tiempos, pero que nunca llegaste a sentir como tal, de la misma forma que ahora no sientes este lugar. En definitiva, iniciándote en el síndrome del viajero eterno, de los que una vez se fueron y ahora no saben volver, de los que no saben a qué lugar pertenecen y a qué lugar pueden considerar su hogar.

En su artículo, Heller reflexiona sobre ese sentirse fuera de casa en todo momento y trata de ponerle remedio. “Ya no me hago la pregunta de si algún día volveré a tener la sensación completa de un hogar. Ahora me pregunto cómo puedo sentirme en casa en el lugar en el que estoy en este momento, con estas experiencias, encontrando, así, en cada momento la forma de volver a casa”.

Fuente: Código Nuevo

http://www.codigonuevo.com/lo-que-no-les-contaron-a-los-expatriados-sobre-su-vuelta-a-casa/

 

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Volver a casa para quedarse después de una temporada expatriado es sentirse pletórico, creer que no hay nada imposible, llenar de aire los pulmones, relajado, sin dificultad para respirar. Es alegría, energía, un subidón constante. Son abrazos a destajo, fiestas continuadas de bienvenida y una placidez que atonta. Normalmente, cuanto mayor haya sido el tiempo fuera y la distancia, mayores serán estas sensaciones.

Igual que mayor será el golpe de realidad sorprenda a un expatriado retornado. Los expertos lo llaman Choque Cultural Inverso. “Creo que no hay realmente una manera de describir este sentimiento a quienes no lo han vivido. Es como una caída libre, como flotar sin rumbo en unas aguas tranquilas. Te sientes fuera de lugar”, explica Corey Heller, en su artículo Returning Home After Living Abroad (Volver a casa tras haber vivido en el extranjero), publicado en Multilingual Living.

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Comienza cuando compruebas (en tus carnes, que dirían nuestras abuelas) que la vida ha seguido mientras tú no estabas. Era obvio, por supuesto. Sin embargo, hasta ahora, no te afectaba. No vivías el cambio de costumbres y rutinas, el cierre de los bares de siempre o la aparición de palabras como boda, hipoteca o bebé en el vocabulario de tus amigos. Y tú, que aparentemente estabas en casa, donde todo iba a ser fácil e ir rodado, te encuentras con que, desaparecida la euforia inicial, tienes que comenzar el proceso de readaptación a una vida, que creías la de siempre, pero que resulta ser todavía más nueva que la que acabas de dejar atrás.

Y lo mismo: cuanto mayor haya sido el tiempo fuera y la distancia, mayor será la tarea de reconstrucción y el riesgo de no sentirte nunca como en casa. “Si te quedas mucho tiempo [en tu país de acogida], nunca puedes volver a casa. Te vuelves un extranjero permanente, nunca lo suficientemente local y nunca satisfecho en casa”, explica el artículo ¿Hogar Dulce Hogar? Gestionando el Choque Cultural Inverso, publicado en la revista Forbes.

Así que, ahí estás tú, intentando entender cómo es posible que la sensación de que todo sigue igual conviva con la realidad de que todo ha cambiado, incluido tú. “Vivir en otro país te cambia para siempre. Nunca serás el mismo y nunca verás las cosas de la misma manera”, analiza Heller.

Tempus fugit para todos, y los cambios que implica el paso del tiempo, tú los aprecias más en los que se quedaron y ellos en ti, que te marchaste. De hecho, muchas veces esperarán que te comportes como siempre habías hecho. En este sentido, la University Studies Abroad Consortium, de la Universidad de Nevada, recomienda “intentar ajustarse a la vida en el lugar de origen sin perder las ideas y valores que te formaron mientras estuviste fuera, y resistir a la tentación de volver a tu antiguo yo para satisfacer las expectativas de los demás”.

Entre tanto desconcierto, búsqueda de sitio y más bajones anímicos de los que te esperabas, un día te descubres pensando con nostalgia en esa ciudad de acogida de la que antes tanto querías salir. Echando de menos a la que fue tu casa en los últimos tiempos, pero que nunca llegaste a sentir como tal, de la misma forma que ahora no sientes este lugar. En definitiva, iniciándote en el síndrome del viajero eterno, de los que una vez se fueron y ahora no saben volver, de los que no saben a qué lugar pertenecen y a qué lugar pueden considerar su hogar.

En su artículo, Heller reflexiona sobre ese sentirse fuera de casa en todo momento y trata de ponerle remedio. “Ya no me hago la pregunta de si algún día volveré a tener la sensación completa de un hogar. Ahora me pregunto cómo puedo sentirme en casa en el lugar en el que estoy en este momento, con estas experiencias, encontrando, así, en cada momento la forma de volver a casa”.

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