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La pianista venezolana residente en España

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La pianista venezolana residente en España Edith Peña presenta un doble álbum con el que recorre tres siglos de música a través de la danza

Empezó a estudiar piano con cuatro años y a los ocho ya debutó en concierto con la Orquesta Sinfónica de Venezuela. Aunque su formación fue luego estadounidense, a Edith Peña se le quedó para siempre dentro el salón familiar de Caracas en el que escuchaba tocar a su padre, pianista profesional. «Venezuela ha sido siempre un lugar estupendo para la música. Cuando yo estudiaba, el Sistema de Abreu estaba en sus inicios. A mí me becó el Sistema para irme a Estados Unidos. Lo que hay ahora viene de aquellos muchachos que empezaron a estudiar en los 70. Los enviaron a formarse a los mejores centros europeos y norteamericanos, y los que volvían se convertían en profesores. Después de 40 años, ahora uno se puede quedar a estudiar en Venezuela porque puedes recibir clases a un nivel muy alto. Por eso las orquestas venezolanas son tan buenas; no tienen nada que envidiar a las europeas o a las americanas».

Después de 20 años de residencia y trabajo en Estados Unidos, en los que ganó premios, hizo giras por todo el país y colaboró con algunas de sus más míticas orquestas, como la de Filadelfia, Edith Peña decidió venirse a España. «Fue en 2003. Yo había pasado un año de estudios en París, y Europa me caló. Siempre quise vivir aquí. Mi hermana pequeña se había instalado en Madrid, y me vine a ciegas, a ver lo que ocurría. No conocía a nadie del ambiente musical. Ha sido muy difícil, porque no tengo agente en España. Tuve algunas oportunidades, sobre todo al principio, pero siempre me faltó continuidad aquí. Trabajo más fuera, pero adoro este país y vivo en él felizmente. Después de tantos años en Estados Unidos, anhelaba también residir en un lugar en el que se hablara mi idioma. Porque yo ahora no puedo ir a Venezuela. Los últimos 17 años han sido un horror. El país está destrozado, la gente pasa hambre, hay un índice de criminalidad altísimo. Es una cosa vergonzosa y dolorosísima para los venezolanos. Un país tan rico, lleno de gente maravillosa. Es horrible, una tragedia».

Casada con el gran pianista ruso Alexei Volodin, Edith Peña trazó en Madrid un plan para registrar ese disco que llevaba dentro y del que «había imaginado no sólo el título, sino hasta la portada». «Era un reto personal. En los últimos tres o cuatro años, toqué la Chacona de Haendel como obertura de muchos de mis recitales. Y una chacona es una danza. Luego mi sonata preferida de Beethoven es la Op.31 nº3, que tiene un minueto como tercer movimiento y una tarantela como cierre. Más danzas. Adoro la música de Chopin, que interpreto desde pequeñita. El Vals del minuto lo tocaba allá por donde iba. Y recuerdo a mi padre tocando esos valses maravillosos, que yo bailaba con mi hermana en el salón familiar. Los de la Op.34 son mis tres valses favoritos. Fui así haciendo un programa en el que la danza tiene un papel fundamental. Y se me ocurrió unir a esas grandes obras clásicas otras hispanoamericanas». Se conformó de este modo un repertorio que tiene mucho de autobiografía. «Sí, es 100% autobiográfico. Y España tenía por supuesto que figurar. Porque vivo aquí y porque mi padre era un apasionado de Albéniz. Crecí oyendo su música, una música a la que yo le tenía terror, porque siempre me pareció muy difícil, sobre todo, por esas tonalidades complicadísimas, pero el ritmo lo siento muy natural, es casi orgánico para mí. Me he hecho adicta a su música, seguiré profundizando en ella toda mi vida».

«Yo soy pianista estrictamente clásica, pero poner al lado de estas grandes obras música de mi tierra me pareció lo más digno que podía hacer». Así, con las Danzas populares rumanas de Bartók como transición, Peña explora también el acervo folclórico hispanoamericano, y al lado del cubano Lecuona o del argentino Ginastera, que cierra el CD, introduce obras de cuatro músicos venezolanos. «Moisés Moleiro fue una institución como profesor de piano y compositor en la Venezuela de los años 50 a 70. El joropo es la danza típica de Venezuela, y éste es como el himno nacional de todos los pianistas venezolanos. No puede faltar en el repertorio de nadie. Juan Joséde Guillermo Teruel es un merengue caraqueño. La danza es original de Santo Domingo, pero el merengue dominicano está en compás de 3/4, y el venezolano está en 5/8. Lo toco en un arreglo extraordinario de una pianista y arpista venezolana, Alba Quintanilla, que ha conseguido sugerir toda la instrumentación, el cuatro, las maracas… Es una obra famosísima, que baila todo el mundo en Venezuela. Las otras dos piezas son valses venezolanos. Mañanita caraqueña es obra de uno de nuestros compositores más famosos, Evencio Castellanos, y el otro es obra de Josu Gallastegui, un músico de Bilbao, que residió mucho tiempo en Venezuela y ahora está en Nueva York, creo que como pianista del American Ballet. Me pareció lindo reunir todos estos ritmos diferentes de mi país: los valses, como música de salón; el joropo, que es completamente folclórico; y el merengue, como representación de una danza incorporada de fuera y adaptada a nuestra tradición».

Lo que no esperaba Edith Peña es que el disco, publicado por el sello granadino IBS Classical antes justo del verano, fuera a recibir una nominación para los Grammy latinos. «Ha sido una sorpresa, pero me siento muy feliz. A todo el mundo le gusta que lo reconozcan por su trabajo. Estoy muy agradecida a Paco Moya. Cuando pensé en grabar este disco me hice una lista de productores con los que hablar, y cuando llegué a él, al que no conocía previamente de nada, conectamos enseguida. Paco entendió perfectamente lo que yo quería hacer y me dio toda su confianza. Me fui para Granada y todo fue estupendamente. Se vino conmigo mi marido Alexei, que fue un apoyo importantísimo. Tener a mi lado a un músico de su nivel fue crucial para mí».

En próximas fechas, Edith Peña viajará a la costa este de Estados Unidos y a México para presentar este trabajo, pero con Alexei Volodin la venezolana está empezando a explorar repertorio a cuatro manos y para dos pianos. «Él viaja todo el tiempo por todo el mundo. Así que ahora que tocamos juntos podemos reunirnos más a menudo. Ya dimos un recital en San Petersburgo, donde yo debuté este año con la Orquesta del Mariinski, y volveremos en junio de 2017. Nos hace mucha ilusión a los dos poder desarrollar proyectos musicales comunes».

Fuente Datos

http://www.diariodesevilla.es/article/ocio/2390714/autobiografia/con/danzas.html

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La pianista venezolana residente en España

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Empezó a estudiar piano con cuatro años y a los ocho ya debutó en concierto con la Orquesta Sinfónica de Venezuela. Aunque su formación fue luego estadounidense, a Edith Peña se le quedó para siempre dentro el salón familiar de Caracas en el que escuchaba tocar a su padre, pianista profesional. «Venezuela ha sido siempre un lugar estupendo para la música. Cuando yo estudiaba, el Sistema de Abreu estaba en sus inicios. A mí me becó el Sistema para irme a Estados Unidos. Lo que hay ahora viene de aquellos muchachos que empezaron a estudiar en los 70. Los enviaron a formarse a los mejores centros europeos y norteamericanos, y los que volvían se convertían en profesores. Después de 40 años, ahora uno se puede quedar a estudiar en Venezuela porque puedes recibir clases a un nivel muy alto. Por eso las orquestas venezolanas son tan buenas; no tienen nada que envidiar a las europeas o a las americanas».

Después de 20 años de residencia y trabajo en Estados Unidos, en los que ganó premios, hizo giras por todo el país y colaboró con algunas de sus más míticas orquestas, como la de Filadelfia, Edith Peña decidió venirse a España. «Fue en 2003. Yo había pasado un año de estudios en París, y Europa me caló. Siempre quise vivir aquí. Mi hermana pequeña se había instalado en Madrid, y me vine a ciegas, a ver lo que ocurría. No conocía a nadie del ambiente musical. Ha sido muy difícil, porque no tengo agente en España. Tuve algunas oportunidades, sobre todo al principio, pero siempre me faltó continuidad aquí. Trabajo más fuera, pero adoro este país y vivo en él felizmente. Después de tantos años en Estados Unidos, anhelaba también residir en un lugar en el que se hablara mi idioma. Porque yo ahora no puedo ir a Venezuela. Los últimos 17 años han sido un horror. El país está destrozado, la gente pasa hambre, hay un índice de criminalidad altísimo. Es una cosa vergonzosa y dolorosísima para los venezolanos. Un país tan rico, lleno de gente maravillosa. Es horrible, una tragedia».

Casada con el gran pianista ruso Alexei Volodin, Edith Peña trazó en Madrid un plan para registrar ese disco que llevaba dentro y del que «había imaginado no sólo el título, sino hasta la portada». «Era un reto personal. En los últimos tres o cuatro años, toqué la Chacona de Haendel como obertura de muchos de mis recitales. Y una chacona es una danza. Luego mi sonata preferida de Beethoven es la Op.31 nº3, que tiene un minueto como tercer movimiento y una tarantela como cierre. Más danzas. Adoro la música de Chopin, que interpreto desde pequeñita. El Vals del minuto lo tocaba allá por donde iba. Y recuerdo a mi padre tocando esos valses maravillosos, que yo bailaba con mi hermana en el salón familiar. Los de la Op.34 son mis tres valses favoritos. Fui así haciendo un programa en el que la danza tiene un papel fundamental. Y se me ocurrió unir a esas grandes obras clásicas otras hispanoamericanas». Se conformó de este modo un repertorio que tiene mucho de autobiografía. «Sí, es 100% autobiográfico. Y España tenía por supuesto que figurar. Porque vivo aquí y porque mi padre era un apasionado de Albéniz. Crecí oyendo su música, una música a la que yo le tenía terror, porque siempre me pareció muy difícil, sobre todo, por esas tonalidades complicadísimas, pero el ritmo lo siento muy natural, es casi orgánico para mí. Me he hecho adicta a su música, seguiré profundizando en ella toda mi vida».

«Yo soy pianista estrictamente clásica, pero poner al lado de estas grandes obras música de mi tierra me pareció lo más digno que podía hacer». Así, con las Danzas populares rumanas de Bartók como transición, Peña explora también el acervo folclórico hispanoamericano, y al lado del cubano Lecuona o del argentino Ginastera, que cierra el CD, introduce obras de cuatro músicos venezolanos. «Moisés Moleiro fue una institución como profesor de piano y compositor en la Venezuela de los años 50 a 70. El joropo es la danza típica de Venezuela, y éste es como el himno nacional de todos los pianistas venezolanos. No puede faltar en el repertorio de nadie. Juan Joséde Guillermo Teruel es un merengue caraqueño. La danza es original de Santo Domingo, pero el merengue dominicano está en compás de 3/4, y el venezolano está en 5/8. Lo toco en un arreglo extraordinario de una pianista y arpista venezolana, Alba Quintanilla, que ha conseguido sugerir toda la instrumentación, el cuatro, las maracas… Es una obra famosísima, que baila todo el mundo en Venezuela. Las otras dos piezas son valses venezolanos. Mañanita caraqueña es obra de uno de nuestros compositores más famosos, Evencio Castellanos, y el otro es obra de Josu Gallastegui, un músico de Bilbao, que residió mucho tiempo en Venezuela y ahora está en Nueva York, creo que como pianista del American Ballet. Me pareció lindo reunir todos estos ritmos diferentes de mi país: los valses, como música de salón; el joropo, que es completamente folclórico; y el merengue, como representación de una danza incorporada de fuera y adaptada a nuestra tradición».

Lo que no esperaba Edith Peña es que el disco, publicado por el sello granadino IBS Classical antes justo del verano, fuera a recibir una nominación para los Grammy latinos. «Ha sido una sorpresa, pero me siento muy feliz. A todo el mundo le gusta que lo reconozcan por su trabajo. Estoy muy agradecida a Paco Moya. Cuando pensé en grabar este disco me hice una lista de productores con los que hablar, y cuando llegué a él, al que no conocía previamente de nada, conectamos enseguida. Paco entendió perfectamente lo que yo quería hacer y me dio toda su confianza. Me fui para Granada y todo fue estupendamente. Se vino conmigo mi marido Alexei, que fue un apoyo importantísimo. Tener a mi lado a un músico de su nivel fue crucial para mí».

En próximas fechas, Edith Peña viajará a la costa este de Estados Unidos y a México para presentar este trabajo, pero con Alexei Volodin la venezolana está empezando a explorar repertorio a cuatro manos y para dos pianos. «Él viaja todo el tiempo por todo el mundo. Así que ahora que tocamos juntos podemos reunirnos más a menudo. Ya dimos un recital en San Petersburgo, donde yo debuté este año con la Orquesta del Mariinski, y volveremos en junio de 2017. Nos hace mucha ilusión a los dos poder desarrollar proyectos musicales comunes».

Fuente Datos

http://www.diariodesevilla.es/article/ocio/2390714/autobiografia/con/danzas.html

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