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Los dramas venezolanos ahora son ajenos a la televisión

Martha-Malula-Asocerro-Rochela-Archivo_NACIMA20160625_0063_6 (1)

Por Carla Franceschi

Los canales privados perdieron su posición crítica frente al gobierno. No se producen programas de humor y los de opinión escasean

Los problemas del país no son mostrados por las televisoras privadas que ofrecen contenido variado. Además de los noticieros, en la programación de Televen y Venevisión no se refleja el drama que atraviesan los venezolanos. Las telenovelas de corte realista ya no se producen y personajes como Patria Mía o Cachito no se cuentan.

De los espacios de opinión, hasta hace unos años presentes en todos los horarios, apenas sobreviven Diálogo con y José Vicente hoy en el canal de Horizonte. Los que eran conducidos por César Miguel Rondón, Marta Colomina, Napoleón Bravo, Leopoldo Castillo, entre otros, fueron sacados poco a poco del aire.

En Globovisión, planta en la que se mantiene este formato, se cuentan Vladimir a la 1 del periodista Vladimir Villegas y La hora clave, con Macky Arenas y Manuel Felipe Sierra, entre otros.

Las producciones de humor no han corrido mejor suerte. El último programa satírico, Chataing TV, que producía Televen, fue cancelado en 2014.

La cotidianidad del venezolano ha perdido uno de sus espacios más importantes y aparece escasamente en televisión abierta, aunque la revolución cuente con 15 televisoras –públicas o privadas– a su servicio. Las leyes que promueven la censura y la autocensura, la incapacidad de planificar una producción ante la creciente inflación y el cierre de RCTV han mermado los programas de los canales privados que ya no se atreven a recrear o parodiar al país, sus dirigentes y su gente.

Todo esto sin contar las constantes amenazas que realizan a los medios desde las alocuciones presidenciales. “Globovisión y Televen están para dañar todo y dañar la revolución. Nos seguimos viendo en la batalla, señores burgueses dueños de los medios televisivos”, dijo Nicolás Maduro en enero. Recientemente, el jefe del Estado aseguró que los canales privados ocultan los logros de su gestión.

“El pacto silencioso entre el gobierno y la televisión privada es evidente”, dice Gustavo Hernández, profesor titular de la UCV. El académico señala que, aunque la estrategia de evasión comunicacional es frecuente en países en crisis, las plantas televisivas venezolanas han optado por ignorar la realidad de manera escandalosa.

“La crisis que vive el ciudadano no existe en las pantallas. Los programas de variedades, los dramáticos y otros géneros se insertan profundamente en un mundo ficcional”, agrega.

Hernández señala que puede que las televisoras manejen la programación buscando que el espectador haga catarsis y escape de las colas, la escasez y la inseguridad que le rodea. Sin embargo, explica que es eso lo que ha provocado que la audiencia venezolana migre hacia el cable. La última cifra que se conoce es de 2014, cuando 49,6% de los venezolanos manifestó que prefiere ver televisión paga y 37,8% los canales privados nacionales.

Solo dramas rosa. Actualmente no se ven en pantalla dramáticos que retraten la realidad ni que hagan denuncias. De acuerdo con la investigadora de telenovelas Carolina Acosta-Alzuru, la última producción de este género fue La mujer perfecta, transmitida en 2010 por Venevisión. Ella y Leonardo Padrón coinciden en que la amenaza gubernamental y el miedo han corroído la pantalla nacional.

“Cuando los dramáticos no incluyen nuestra realidad, nos quitan la oportunidad de vernos a nosotros y a nuestras circunstancias. Esto sucede también con el humor, con las noticias y otros contenidos. No es casualidad que el gobierno instaurara un marco legal para controlar los contenidos mediáticos, incluyendo las telenovelas”, dice la académica.
Padrón considera que la televisión nacional es opaca. “Ha renunciado a su personalidad por instinto de supervivencia. El esmero de los canales es evitar la amputación de su señal radioeléctrica”, asegura el escritor.

De acuerdo con ambos, el gobierno necesita una televisión dócil y fácil de controlar, que no muestre la realidad del país y no permita que el venezolano se vea reflejado en sus contenidos. Y, por supuesto, que maquille y disfrace la crisis como a un actor que interpreta a un personaje.

Padrón deshace con facilidad la tesis de que las telenovelas realistas no son competitivas en el mercado internacional: “Un ejemplo son las narconovelas. Tienen el mercado copado, son un megaéxito de ventas y reflejan dos temas neurálgicos en la sociedad latinoamericana: el narcotráfico y la violencia social”.

El humor es otro cuento.  Personajes como Malula, de Asocerro, quien hacía sátira de la pobreza; o Perolito y Escarlata, que reflexionaban sobre la inflación, se acabaron con el cierre de RCTV. En 2014, la sombra de la censura llegó hastaChataing TV y Misión Emilio, luego de años con limitaciones creativas entre las que se incluían la prohibición de usar palabras como escasez y devaluación, así como el nombre de funcionarios como Diosdado Cabello y Nicolás Maduro.

Son momentos interesantes para hacer humor, piensa Sergio Jablón, quien fue jefe de escritores de Radio Rochela y Emilio punto combo. Pero sabe que, con la censura previa, en las televisoras nacionales es poco menos que imposible. La ausencia de programas de humor que editorialicen la actualidad es evidente.

La Rochela en algún sentido era el periódico de la semana. Quienes no lo leían se enteraban de las cosas los lunes de 8:00 a 9:00 pm. La comedia debe reflejar la realidad, hay tantas cosas sucediendo en estos momentos que deben ser revisadas desde el humor. No se hace comedia hablando bien de nadie”, sostiene el escritor.

Jablón destaca que el equipo de producción de Radio Rochela insistía en que todos los candidatos presidenciales visitaran el programa y grabaran al menos un sketch. La actualidad venezolana tiene material para hacer reír —y pensar— a la audiencia. “Maduro debería tener un personaje. Él en sí mismo lo es y es mucho más cómico de lo que uno en realidad quisiera”, afirma

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Por Carla Franceschi

Los canales privados perdieron su posición crítica frente al gobierno. No se producen programas de humor y los de opinión escasean

Los problemas del país no son mostrados por las televisoras privadas que ofrecen contenido variado. Además de los noticieros, en la programación de Televen y Venevisión no se refleja el drama que atraviesan los venezolanos. Las telenovelas de corte realista ya no se producen y personajes como Patria Mía o Cachito no se cuentan.

De los espacios de opinión, hasta hace unos años presentes en todos los horarios, apenas sobreviven Diálogo con y José Vicente hoy en el canal de Horizonte. Los que eran conducidos por César Miguel Rondón, Marta Colomina, Napoleón Bravo, Leopoldo Castillo, entre otros, fueron sacados poco a poco del aire.

En Globovisión, planta en la que se mantiene este formato, se cuentan Vladimir a la 1 del periodista Vladimir Villegas y La hora clave, con Macky Arenas y Manuel Felipe Sierra, entre otros.

Las producciones de humor no han corrido mejor suerte. El último programa satírico, Chataing TV, que producía Televen, fue cancelado en 2014.

La cotidianidad del venezolano ha perdido uno de sus espacios más importantes y aparece escasamente en televisión abierta, aunque la revolución cuente con 15 televisoras –públicas o privadas– a su servicio. Las leyes que promueven la censura y la autocensura, la incapacidad de planificar una producción ante la creciente inflación y el cierre de RCTV han mermado los programas de los canales privados que ya no se atreven a recrear o parodiar al país, sus dirigentes y su gente.

Todo esto sin contar las constantes amenazas que realizan a los medios desde las alocuciones presidenciales. “Globovisión y Televen están para dañar todo y dañar la revolución. Nos seguimos viendo en la batalla, señores burgueses dueños de los medios televisivos”, dijo Nicolás Maduro en enero. Recientemente, el jefe del Estado aseguró que los canales privados ocultan los logros de su gestión.

“El pacto silencioso entre el gobierno y la televisión privada es evidente”, dice Gustavo Hernández, profesor titular de la UCV. El académico señala que, aunque la estrategia de evasión comunicacional es frecuente en países en crisis, las plantas televisivas venezolanas han optado por ignorar la realidad de manera escandalosa.

“La crisis que vive el ciudadano no existe en las pantallas. Los programas de variedades, los dramáticos y otros géneros se insertan profundamente en un mundo ficcional”, agrega.

Hernández señala que puede que las televisoras manejen la programación buscando que el espectador haga catarsis y escape de las colas, la escasez y la inseguridad que le rodea. Sin embargo, explica que es eso lo que ha provocado que la audiencia venezolana migre hacia el cable. La última cifra que se conoce es de 2014, cuando 49,6% de los venezolanos manifestó que prefiere ver televisión paga y 37,8% los canales privados nacionales.

Solo dramas rosa. Actualmente no se ven en pantalla dramáticos que retraten la realidad ni que hagan denuncias. De acuerdo con la investigadora de telenovelas Carolina Acosta-Alzuru, la última producción de este género fue La mujer perfecta, transmitida en 2010 por Venevisión. Ella y Leonardo Padrón coinciden en que la amenaza gubernamental y el miedo han corroído la pantalla nacional.

“Cuando los dramáticos no incluyen nuestra realidad, nos quitan la oportunidad de vernos a nosotros y a nuestras circunstancias. Esto sucede también con el humor, con las noticias y otros contenidos. No es casualidad que el gobierno instaurara un marco legal para controlar los contenidos mediáticos, incluyendo las telenovelas”, dice la académica.
Padrón considera que la televisión nacional es opaca. “Ha renunciado a su personalidad por instinto de supervivencia. El esmero de los canales es evitar la amputación de su señal radioeléctrica”, asegura el escritor.

De acuerdo con ambos, el gobierno necesita una televisión dócil y fácil de controlar, que no muestre la realidad del país y no permita que el venezolano se vea reflejado en sus contenidos. Y, por supuesto, que maquille y disfrace la crisis como a un actor que interpreta a un personaje.

Padrón deshace con facilidad la tesis de que las telenovelas realistas no son competitivas en el mercado internacional: “Un ejemplo son las narconovelas. Tienen el mercado copado, son un megaéxito de ventas y reflejan dos temas neurálgicos en la sociedad latinoamericana: el narcotráfico y la violencia social”.

El humor es otro cuento.  Personajes como Malula, de Asocerro, quien hacía sátira de la pobreza; o Perolito y Escarlata, que reflexionaban sobre la inflación, se acabaron con el cierre de RCTV. En 2014, la sombra de la censura llegó hastaChataing TV y Misión Emilio, luego de años con limitaciones creativas entre las que se incluían la prohibición de usar palabras como escasez y devaluación, así como el nombre de funcionarios como Diosdado Cabello y Nicolás Maduro.

Son momentos interesantes para hacer humor, piensa Sergio Jablón, quien fue jefe de escritores de Radio Rochela y Emilio punto combo. Pero sabe que, con la censura previa, en las televisoras nacionales es poco menos que imposible. La ausencia de programas de humor que editorialicen la actualidad es evidente.

La Rochela en algún sentido era el periódico de la semana. Quienes no lo leían se enteraban de las cosas los lunes de 8:00 a 9:00 pm. La comedia debe reflejar la realidad, hay tantas cosas sucediendo en estos momentos que deben ser revisadas desde el humor. No se hace comedia hablando bien de nadie”, sostiene el escritor.

Jablón destaca que el equipo de producción de Radio Rochela insistía en que todos los candidatos presidenciales visitaran el programa y grabaran al menos un sketch. La actualidad venezolana tiene material para hacer reír —y pensar— a la audiencia. “Maduro debería tener un personaje. Él en sí mismo lo es y es mucho más cómico de lo que uno en realidad quisiera”, afirma

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